En el sufrido y variopinto gremio de los técnicos abundan los doctorados en el arte de la coartada, expertos catedráticos en rastrear excusas. El árbitro, el césped, el horario, el horóscopo y alguna conspiración imaginaria son los burladeros donde se guarecen las víctimas del pánico y de esta sociedad carnívora que los devora. No faltan los medios afines al poder que, de manera interesada, agitan el rumor e incitan a los francotiradores.

En nuestra liga afloran los magnates podridos de dinero para quienes el fútbol es nego-cio, no pasión; cuentan los balances. Pasan de exhibir sin pudor grandes fichajes a ven-derlo todo y dejar en paños menores a un entrenador. Es el caso de Javi Gracia que, lejos de caer en el fatalismo, desfila por el atolladero sin hacer ruido, sin una queja. Cada vez que cogió lápiz y papel y se inventó un jugador le pasaron la goma de borrar desde los despachos. Y él siguió fabricando un producto altamente competitivo con materiales de segunda y tercera mano, desactivando las crisis antes de que estas empezaran. Gracia es el paradigma del triunfador discreto, siempre alejado de los focos y las bambalinas. H