Figura y capitán de la selección de waterpolo, desde su debut en el 2001, Guillermo Molina (Ceuta, 16 de marzo de 1984), ha recorrido un largo camino hasta llegar a Río, los cuartos Juegos Olímpicos de su carrera, que también será los últimos.

“Es mi despedida. Está decidido”, cuenta Molina antes de iniciar la competición este domingo frente a Italia, el exigente debut en un grupo más que complicado. “He llegado ya al límite y es hora de que la gente de abajo siga subiendo. Lo he dado todo en estos 15 años. Y ahora mi prioridad es mi familia, mi mujer, mis dos hijos pequeños. Quiero dedicarles tiempo. Todo el que no les he podido dar en estos últimos años en los que he pasado los veranos concentrados con la selección”.

Después de tres participaciones cerradas con diploma olímpico (un sexto puesto en Atenas, quintos en Pekín-2008 y sextos en Londres), el reto de Molina, único superviviente de la selección que logró el último título Mundial del waterpolo español en Fukuoka, y también el reto de la selección sería despedirse con un podio olímpico, el premio que le falta en un palmarés excepcional.

“Haber podido participar en cuatro Juegos es un lujo. Pero estaría mejor conseguir una medalla. Ese es el reto por el que estamos trabajando tan duro. Queremo conseguirlo y hacerlo bien”, admite el jugador que marcará, sin duda, el pulso de la selección. Si Molina rinde, el objetivo estará mucho más cerca.

ASIGNATURA PENDIENTE

Con un oro, una plata y un bronce en Mundiales, un bronce europeo, una Champions, y varios títulos de liga y copa tanto en España como en Italia, el país donde lleva una década (primero en Brescia, después en Florencia y de nuevo de regreso a Brescia, donde juega en la actualidad), la medalla olímpica es su asignatura pendiente.

“Esa medalla es lo único que me falta en el palmarés. Estamos poniendo todo el trabajo, pero también sabemos que se necesitará un punto de suerte para traspasar esa frontera de los cuartos”, cuenta el goleador y referente de España, que asume que atraviesa por su mejor momento. “Llevo dos años jugando a mi mejor nivel, aunque no está bien que lo diga yo. Vuelvo a estar entre los mejores”.

CALENDARIO EXIGENTE

Para entrar en los cruces, la selección que dirige Gabi Hernández tendrá que superar, primero, un grupo más que exigente con EEUU, Montenegro, Italia, Croacia y Francia, donde solo el cuadro francés parece asequible, y además un calendario de vértigo, donde los tres primeros encuentros (Italia, EEUU y Croacia) serán claves.

“Es el calendario que tenemos y hay que asumirlo. En los tres primeros nos jugamos el futuro porque decidirán el emparejamiento de los cruces. Así que sabemos que nuestros cuartos empiezan el primer día con Italia”, cuenta Molina que, además, matiza que las diferencias entre todas las selecciones son mínimas. “En el Preolímpico, cuatro equipos se clasificaron por un gol de diferencia. Son los aspectos puntuales los que te enviarán para estar entre los cuatro primeros o pasar a jugar entre el quinto y el octavo”.

A pesar de la exigencia, Molina es optimista sobre la madurez con la que llega el equipo. “Hemos pasado momentos muy difíciles, incluso me remontaría hasta el 2011 y el equipo ha dado saltos cada vez más grandes. Estamos a un paso de ser realmente competitivos de cara a la medalla”, afirma, y asegura que la clave es la unión que se ha conseguido en el vestuario. “Tenemos un grupo que desprende mucha química, esa es la clave de nuestro equipo”.