Otra vez con la ventaja justa, con la falta de control habitual, con suspicacia arbitral y, de nuevo, con goles de Benzema, el Madrid sumó su décima victoria en diez partidos tras el confinamiento para ser campeón de la Liga del confinamiento.

De la misma forma que en cualquier aventura que narra El Quijote, de forma independiente, contiene la esencia del libro y del icónico personaje de La Mancha, cualquier partido después del confinamiento, en sí mismo, es una definición perfecta de lo que es el Madrid campeón de la Liga: una faena de aliño tras otra, sin concesiones al espectáculo, con pragmatismo, sin adornos y con, al menos, un toque de polémica.

El equipo de Zidane es resistente en defensa como un bloque de cemento armado frente al ataque de un tirachinas y, ante la carencia de brillantez y potencial ofensivo, espera y castiga sin piedad el error del rival.

A la décima vez que Zidane tildó el partido como una final en la previa, llegó el día en el que una victoria significaba un título. Fue ante un Villarreal, ya sin opciones de Liga de Campeones, que reservó muchos habituales: desde Albiol hasta Cazorla, pasando por los delanteros de baja, Iborra o Trigueros. Con todo y con eso, esta versión del Madrid no es un dechado de virtudes y no está para hacer demasiados alardes.

Como un boxeador cuya mejor virtud es la veteranía, el Madrid fue trabajando el partido poco a poco, extremadamente consistente atrás, siempre bien arropado y con muchos intentos en ataque, algunos inverosímiles, sin prisa, ni ansiedad, a la espera del momento justo para lanzar el puño.

Zidane volvió a los tres atacantes con bandas, con Rodrygo y Hazard en el once junto a Benzema, pero el belga aún está lejos de su mejor forma (una frase demasiado repetida esta temporada).

El mejor Modric

El mejor madridista fue un Modric excelso después del confinamiento, en un estado de forma impropio de sus casi 35 años, gobernador del centro del campo y del partido. Fue el croata, después de un robo a un toque de Casemiro, el que condujo la transición que, después del fallo de Chakla, terminó en el primer gol de Benzema.

Le costó reaccionar al Villarreal, pese al doble cambio de Calleja al descanso, con el Madrid cómodamente instalado en su particular velocidad de crucero, sin dormir el partido, sin atacar con ambición a por el segundo gol, pero también sin sufrir en defensa.

Caricatura de penalti

En los peores momentos del Madrid, apareció Ramos para refrendar su constante vivencia entre el genio y el ridículo. El capitán blanco robó un balón en salida del Villarreal, corrió hasta el área rival y, en connivencia con otro error de Chakla, consiguió un penalti que no era y lo resolvió con una aberración caricaturesca: intentó tocar el balón para la llegada de un Benzema que invadió descaradamente el área. El árbitro mandó repetir el lanzamiento y fue el francés el encargado de marcar.

Ya en los diez últimos minutos, el Villarreal recortó distancias con un cabezazo de Iborra imposible para Courtois y volvió para el Madrid la distancia de un gol, la dosis de sufrimiento en el final de cada partido y la parada salvadora de Courtois, ya en el descuento, antes de una jugada antológica de Vinicius que terminó en gol de Asensio anulado por mano previa de Benzema.