Lo primero que aparece al cruzar la entrada es el Balón de Oro 2015 descansando en una vitrina. Debajo reza el cartel: Lionel Messi, ganador de este reluciente trofeo, el quinto conseguido por el astro del Barça en el que está considerado para un futbolista el mayor honor individual del mundo. Un recibimiento de lujo para un hotel que pone de manifiesto su también exitosa faceta como hombre de negocios: el MIM de Sitges, el capricho del delantero argentino.

Hace apenas un año que pasó a ser de su propiedad este cuatro estrellas de la localidad catalana, a unos 40 minutos de Barcelona, cuya gestión está en manos del Majestic Hotel Group, poseedor (entre otras insignias del lujo) del mítico hotel Majestic de la ciudad condal, que celebra este año su centenario. Y aunque Messi (que desembolsó 30 millones de euros para su adquisición) ha comprado después el MIM de Ibiza, cuentan que éste de Sitges tiene para él una significación especial puesto que es ésta una ciudad que visita a menudo con su familia.

Emplazado en segunda línea de playa y a pocos pasos del paseo marítimo, se trata de un hotel boutique de espíritu puramente mediterráneo, confundido con la silueta de la localidad que lo acoge, una de las más cosmopolitas del litoral catalán. Un hotel que, además, tiene el honor de ser un icono de la arquitectura sostenible y del compromiso medioambiental: fue el primer establecimiento de Europa que recibió la prestigiosa certificación LEED Platinum (Leadership in Energy & Environmental Design) gracias a su diseño construido en un 80% con material reciclado y sensible a las energías limpias.

Alojarse en el hotel de Messi es vivir una experiencia única a medio camino del relax de puertas adentro en sus maravillosas instalaciones y la diversión de puertas afuera en una ciudad llena de posibilidades de ocio: hasta 17 arenales estupendos donde tostarse al sol y una interesante oferta cultural presidida por la huella de Santiago Rusiñol, el pintor, escritor y coleccionista que fue impulsor del modernismo catalán y confeso enamorado de Sitges. Sus dos casas conectadas, antaño refugio de la bohemia de principios del siglo XX, conforman hoy los museos de Cau Ferrat y Maricel, que son visitas imprescindibles. También los noctámbulos estarán en su salsa en la constelación de bares, pubs, discos y locales gayfriendly desperdigados por esta población.

Lejos del bullicio, en el MIM las habitaciones (77 más una Junior Suite y una Suite) son cálidas y acogedoras, elegantes y luminosas, ideales para un descanso que podrá completarse en el magnífico spa del hotel, santuario de la relajación. Para ello, en la atmósfera más exquisita, existe un amplio circuito de hidroterapia compuesto por sauna y hammán, duchas de sensaciones, tumbonas calefactadas y piscinas con un sistema de hidrólisis salina (de nuevo el carácter ecológico del hotel), de las que uno sale completamente renovado. También hay una cabina de oxigenoterapia y, por supuesto, una carta de tratamientos que alcanzan el colmo de la felicidad en el Ritual Romántico de la cabina VIP: una inolvidable experiencia en pareja inspirada en las técnicas de Oriente.

Lujoso pero sin ostentaciones, sencillo pero con mucho estilo, el hotel del famoso futbolista es también una buena sede para la celebración de eventos y reuniones, puesto que dispone de 300 m2 panelables y repartidos en cuatro salas con moderna tecnología. Pero sobre todo, el MIM de Sitges es el lugar en el que rendirse a los placeres del estómago. Y es que su gastronomía, adscrita a la esencia mediterránea pero con toques internacionales, tiene como protagonista al producto de proximidad. La cercanía de la lonja de Vilanova y de los huertos del Garraf permiten disponer de una materia prima excelente a la que apenas le hacen falta intervenciones mínimas. Sabores ensalzados pero no camuflados que emergen de los fogones del chef Enrique López, regados por vinos de la D.O. Penedés y cervezas locales.

Para degustarlos está el restaurante Land, a pie de calle, con cocina de temporada; o la joya de la corona del hotel: el Sky Bar, donde vivir el sueño de una noche de verano. Una terraza con más de 400 m2 de superficie y una panorámica de 360º sobre Sitges y su famoso skyline: el que recorta sobre el mar azul el perfil de la Iglesia de Sant Bartomeu y Santa Tecla sirviendo de corona a la ciudad. Un lugar mágico para asistir a la puesta de sol, cóctel en mano, en un ambiente fantástico. O para disfrutar de una cena a la carta al suave ritmo de la música y con el frescor de la brisa marina.