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@RafaFabian

En el último partido del Villarreal en casa, 19.300 aficionados acudieron al Estadio de la Cerámica. Dejando a un lado festivales musicales y fiestas populares, pocos o ningún acto congrega en un mismo punto a tal cantidad de gente en nuestra provincia. Más allá de rivalidades estériles y artificiales entre el Castellón, que puede presumir de ostentar el récord histórico de socios en Tercera, con la friolera de casi 13.000; y el Villarreal, que cuenta con la impresionante cifra de más de 19.000, es indiscutible cuál es el deporte rey en estas tierras.

Dicho esto y quedándonos al sur del Millars, me detengo en las declaraciones de José Manuel Llaneza el pasado jueves, en las que pedía el apoyo de la grada esta noche contra el Athletic. Decía el vicepresidente, poco más o menos, que el Villarreal será lo que su afición quiera que sea. Con todo el respeto y entendiendo que él posee muchos más elementos de juicio que quien suscribe, le contestaría que la afición del Villarreal será también en buena parte lo que quiera el propio Villarreal.

Me explico. La ambición del club en todas sus facetas es incuestionable. Solo así se explica la casi inmaculada trayectoria deportiva, económica y social de las dos últimas décadas. Sin embargo, lamentaba Llaneza que veía a la afición «un poco amodorrada». Muchos, incluso entre los más acérrimos groguets, coinciden en el diagnóstico. Se recuerda con nostalgia la respuesta que la masa social tuvo el año del descenso a Segunda y en cómo ayudó a los suyos en la vuelta a la máxima categoría. ¿Quién no recuerda los multitudinarios desplazamientos a Barcelona, Murcia o Alcorcón? La gran pregunta es así pues, cómo recuperar ese espíritu, sin tener lógicamente que volver a perder la categoría.

La respuesta no es unívoca, pero quizá ayudara que desde el club se promoviera la creación de una zona de animación como la de tantos otros campos, que tire del carro desde la grada en los momentos en los que el equipo más lo necesita en el césped. Entiendo la dificultad que entraña el hecho de desplazar a socios cuyo nombre se encuentra literalmente ligado a su asiento, pero si hay voluntad por todas las partes se resolverá cualquier problema.

Los componentes de esta grada joven deberían posicionarse inequívocamente en contra de cualquier tipo de violencia física o verbal, abstenerse de significaciones políticas y estar dispuestos a ser sometidos a las medidas de seguridad que se puedan adoptar. También en el club se deben encajar mejor las críticas —que no los insultos, uno de los detonantes que provocó la desaparición de Colectivo Aldeano—, pues el grado de exigencia aumenta con arreglo al nivel de las expectativas generadas.

El Villarreal ha ido cocinando un sabroso caldo de cultivo en muchos puntos de la provincia, como se demuestra que groguets de Burriana, la Vilavella, Nules o tantas otras poblaciones sientan una pasión por el equipo tan grande como la de los propios vila-realenses de cuna. Quienes conocemos en mayor o medida cómo trabaja este club, sabemos que cuando se propone algo no hay obstáculo que le frene, y quizá haya llegado el momento de recoger los frutos sembrados en este apartado. La afición sola no gana, ni pierde los partidos, como no lo hacen los entrenadores, jugadores o presidentes, pero todo ayuda.

Dicho esto, suscribo las palabras de Llaneza. Hoy el Estadio de la Cerámica debe empujar al equipo a dar el primer paso hacia Europa. Y estoy seguro que lo hará.