«Si llegamos juntos a la última vuelta, me gana, fijo, por eso he forzado la máquina, el pilotaje y aumentado el riesgo cuando faltaban cuatro giros porque, si conseguía pasarlo, sabía que podía aguantarle hasta el final. Me encontraba bien y sabía que, si lo llevaba con el gancho, igual podía provocar su error, como así ha sido». Marc Márquez, cómo no, estaba eufórico después de la carrera, después de la conquista de su séptimo título, de convertirse en el pentacampeón más joven de la historia de MotoGP, de igualar a Mick Doohan en Honda, de lograr su victoria nº 69 (superando en una a Jorge Lorenzo, 68) y, sobre todo, lamentaba que Dovi no estuviese con él en el podio, «pues ha hecho un inmenso campeonato», indicó.

Márquez dijo que no vio la pizarra cuando le escribieron Dovi out, pero sabía que no estaba detrás suyo. «¡Uf!, siete títulos. Puedes ganar carreras y pilotar a lo bestia, pero solo se te recordará por tus títulos. ¿Mi límite? No tengo ni idea. Ni me lo planteo. Me sigo divirtiendo y espero no encontrarlo nunca», añadió eufórico el piloto del equipo Honda.

El susto del día

La euforia del flamante pentacampeón era tan colosal que en la vuelta de honor, antes de jugar en la máquina mata marcianos hasta llegar al level 7, superarlo y recibir como premio un casco de heptacampeón, se dislocó otra vez el hombro izquierdo, del que le operará en diciembre el doctor Xavier Mir. «Sí, sí, ya tengo hora para chapa y pintura, es inevitable», reconocía el español.

Cuando preparaba la celebración con su hermano Àlex, el tiet Ramon, la tieta Lluisa y José Luis Martínez, en la curva dos, se acercó Scott Redding con su Aprilia, le abrazó y justo en el momento en que Márquez extendía su brazo izquierdo para agradecérselo con otro golpecito, se le salió el hombro. «Ya no sé cuántas veces se me ha salido este año, entrenándome e, incluso, en carrera», dijo entre risas. «Por suerte estaban ahí mis ángeles de la guarda, Àlex y José, que están hartos de colocármelo en su sitio y lo han hecho en un segundo», detalló.

Márquez asegura que está viviendo un sueño del que no quiere despertarse «nunca» y, sobre todo, lo que más quiere es «no perder las ganas de entrenar, de correr», de divertirse, de «pasarlo bien y hacer disfrutar a la gente». Márquez sabe que esto no durará toda la vida: «Soy consciente de lo difícil que es lo que hemos conseguido, pero solo pienso en el presente y el año que viene empezar de nuevo de cero, porque nada de lo conquistado nos servirá».

«Marc es un prodigio, un chaval maravilloso que lo único que hace es darnos grandes alegrías y convertir el motociclismo en uno de los mayores espectáculos del mundo. Soy feliz por él, por su familia, por su equipo y también por sus fans», comentaba Emilio Alzamora, manager de la criatura.