Dicen las estadísticas que los divorcios repuntan tras el verano pues en vacaciones se pone a prueba el entendimiento de las parejas, y el presente del Valencia, que visita el sábado el Camp Nou, así lo constata, después de que el matrimonio que había devuelto al club a la gloria, el que formaban el propietario Peter Lim y la dupla integrada por el director general Mateu Alemany y el entrenador Marcelino García Toral, haya protagonizado una sonada ruptura que ha acabado con la destitución del técnico.

Albert Celades tendrá ahora que 'convencer' a una plantilla muy ligada a su antiguo entrenador de que pase página. "Te vas por la puerta grande, míster. Quien haya tomado esta decisión no solo te llevó a ti por delante, arrastró a todo un equipo y afición", le escribió Garay. Y aún falta por ver cómo reaccionará Mestalla.

Hace poco más de tres meses, tras 11 años de sequía, el Valencia volvió a alzar un título. Fue el 25 de mayo, en Sevilla, pasando por encima del Barça de Messi y días después de haber firmado una agónica remontada en la segunda vuelta de la Liga para certificar la clasificación para la Champions. Todo parecía encajar y la ciudad se echó a la calle para culminar el más feliz centenario del club que se podía imaginar.

El empresario singapurense, que llevó al equipo a coquetear con el descenso cuando quiso mandar tras comprar el Valencia, disfrutaba de una inversión que se revalorizaba y Alemany, que recondujo ese errático rumbo inicial, se coronaba como uno de los grandes directivos del fútbol europeo. En el campo, García Toral daba el paso que le faltaba para estar en la élite, el de ganar títulos, y lo hacía con un equipo cohesionado y coral, con Dani Parejo y Rodrigo como referentes futbolísticos y morales.

Origen y desarrollo

El germen del desencuentro puede que ya estuviera allí. Lim había acordado con Alemany y García Toral relegar la Copa para centrar los esfuerzos en la Liga y en la Europa League. Pero la presión de Mestalla llevó a ambos a rectificar y a dar al torneo del KO la misma importancia que al resto. Será difícil saber si fue esa situación la que generó desconfianza en el inversor, pues no habla públicamente, pero no se le vio en la celebración de Sevilla.

El caso es que cuando llegó el momento de ponerse a confeccionar la plantilla algo se había roto. El verano anterior, el del 2018, a Lim se le informaba de todo, pero Alemany estaba al mando y García Toral tenía la última palabra deportiva. Ya no. El propietario hizo cambiar el traspaso del canterano Toni Lato por una cesión y vetó la llegada en propiedad de Rafinha y más tarde también su aterrizaje como cedido, pese a que, según el técnico asturiano, lo había aceptado previamente. Que García Toral lo afirmara en dos ruedas de prensa sentó fatal en Singapur.

Tampoco le debía de gustar a Lim que Eugenio Botas, el agente de García Toral, apareciera de una manera u otra en muchas más operaciones de las que se firmaban con su amigo y socio Jorge Mendes. O que el técnico se hubiera hecho un equipo de más de 20 personas.

Final en dos tiempos

En medio de ese tira y afloja, a mitad de agosto Lim estuvo cerca de despedir a Alemany. La presión popular, la necesidad de cerrar la plantilla y la amenaza de García Toral de irse tras el balear recondujeron la situación, pero ya nada fue lo mismo.

No llegó el centrocampista ofensivo que quería el técnico y que Lim pensaba que frenaría la progresión de Ferran Torres y de Kang In Lee. De hecho, la justificación de la destitución de Marcelino es un discurso del presidente, Anil Murthy, que parecía achacar al entrenador que no diera oportunidades a los jóvenes. Y si finalmente Rodrigo no se marchó, no fue por falta de ganas de Lim, que cerró su venta al Atlético de Madrid sin contar con el entrenador y el director deportivo.

El mercado se cerró, pero a Lim aún le quedaba una operación por hacer. Lo que nadie sospechaba era que se trataba de cortarle la cabeza al técnico que había devuelto a su equipo a la élite después de la tercera jornada.