El Valencia Basket se pasó los primeros 23 años de su existencia buscando la fórmula del éxito y solo la encontró cuando decidió dejar de perseguirla. Desde entonces ha ido puliendo un método propio con el que el viernes rubricó su 30º aniversario con el primer título de la Liga ACB de su historia. Miles de seguidores celebran este sábado por las calles de la ciudad un éxito que supone el espaldarazo definitivo a la apuesta y la tenacidad de los empresarios Juan y Fernando Roig.

Como muchos españoles, los hermanos Roig se ‘enamoraron’ del baloncesto con la plata de la selección en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en 1984 y dos años después se les presentó la oportunidad de entrar de lleno en ese mundo. El descenso del Valencia CF a Segunda División llevó al club de Mestalla a prescindir de todas sus secciones deportivas. Así, en el verano de 1986, nació el Valencia Basket. Un grupo de amigos entre los que se encontraban los Roig pusieron en marcha el proyecto con el apoyo de la Asociación de la Prensa y heredaron la plaza del club de fútbol.

Otro par de años después, el ascenso a la ACB fue la chispa que encendió la llama del baloncesto en la ciudad. Para estrenarse en la élite, el Valencia estrenó también el que durante muchos años fue su particular método: el talonario. Fichó al interior estadounidense Brad Branson, que llevaba dos años en el Real Madrid. Esa forma de funcionar le permitió ‘trampear’ hasta que en 1995 descendió a la Liga EBA.

Premonitoriamente, esa caída ya fue el trampolín para ascender a su primer gran éxito. Apostó por jugadores de la casa y extranjeros serios y solventes y, con la ACB virtualmente ‘cerrada’, aprovechó el dinero de los Roig para comprar la plaza de un moribundo Zaragoza. Nada más regresar conquistó la Copa del Rey de 1998, algo que ningún debutante en el torneo había hecho ni ha vuelto a hacer. Era el Pamesa Valencia de los Nacho Rodilla y Víctor Luengo.

LOS AÑOS DE LAS PRISAS

Pero con la gloria volvió la prisa y el atajo del dinero. Solo le salió bien cuando rompió la baraja en el verano del 2002 y formó un equipo de ensueño con jugadores como Fabricio Oberto y Dejan Tomasevic. Ganó la Copa ULEB y llegó por primera vez a la final de la Liga pero el Barça le barrió. Pese al brillante estreno en la Euroliga los resultados pronto se tornaron mediocres. No había una estructura de club que sirviera de base para el proyecto. Juan Roig, al frente de la entidad desde 1999, intentó una y otra vez implantar el método de gestión de su exitosa Mercadona pero el baloncesto tiene sus propias reglas. Cada directivo que trasladó de su empresa al club fracasó. Además, la gente iba al pabellón por rutina.

Así que en el 2009 los Roig dijeron basta. Llevaban más de cien millones de eurosy muchas ilusiones dilapidadas. Dieron un plazo de dos años al club para encontrar un plan de viabilidad, cerraron a la mitad el grifo de su aportación y anunciaron que sus acciones estaban a la venta. Y, de repente, todo empezó a fluir. Nueve meses después, llegó el título de la Eurocup.

El equipo comenzó a convertirse en un habitual de las rondas finales de la segunda competición europea, de la Copa del Rey e incluso de la Liga. Pero, sobre todo, empezó a ser un club de baloncesto. Austero, humilde y ambicioso y con una plantilla de nuevo reconocible y una forma de jugar que empezó a enganchar a una ciudad entera. Y aquel amago de venta cayó en el olvido.

Esta campaña ha sido el culmen de todo eso. De la mano del experto Pedro Martínez ha jugado las finales de los tres torneos que ha disputado. Disfrutó y perdió en la de la Copa, sufrió un batacazo enorme en la de la Eurocopa contra el Unicaja y el viernes abrió de un portazo la puerta del olimpo de la ACB. Al poco de acabar la final,Paco Olmos, que fue su técnico en aquella estrella fugaz que fue la temporada 2002-03, escribió un significativo tuit. "Desde mañana hay que actuar siendo el campeón. No vuelvan loco a Juan Roig, algo hay que cambiar". Solo el tiempo dirá si el Valencia ya no quiere atajos sino ser fiel a su fórmula y disfrutar el camino.