Tres meses sin ganar a domicilio en LaLiga y una sola victoria en sus siete últimos encuentros oficiales. Así tratará el Valencia, el martes, de remontar el 4-1 favorable al Atalanta en la ida de los octavos de la Champions, sin público además en Mestalla, después de que desperdiciara el golazo de falta de Dani Parejo en Vitoria y su neta superioridad en el primer tiempo de Mendizorrotza, que se diluyó completamente al regreso del vestuario (1-1).

El conjunto che volvió de Vitoria con un sentimiento de frustración y un simple empatito tras una segunda parte dictada por la ley de su rival. Lejos de saber gestionar su ventaja, los de Albert Celades se plegaron a los registros del equipo vasco, tan inglés en su fútbol como siempre. La falta de identidad en el juego y la debilidad de carácter se volvieron a concretar frente a un adversario al que le sobró entereza y confianza en su estilo. El Alavés, experto y fajador, cambió todas las claves del juego tras el descanso, en la que el Valencia se mostró como un equipo minúsculo.

EL ALAVÉS TIRA DE SU MANUAL // El Alavés se apaña la vida con poca cosa. Su supervivencia depende de factores que dependen más de la disciplina y la atención, que del talento de sus hombres. Los de Asier Garitano adelantaron metros y ganaron el dominio del juego. Fútbol directo, sin concesiones, muy agresivo, un equipo que corre por el campo sin sutilezas. La fórmula es vieja, pero funciona. Más aún cuando su oponente se siente intimidado y no ofrece una alternativa. No respondió el Valencia, que solo fue capaz de rematar una vez a portería en la segunda parte (una volea de Alessandro Florenzi) y terminó pagándolo muy caro. Edgar Méndez empató en una jugada de catálogo de su fútbol: una falta, un rechace, otro centro y un remate desde fuera del área.

Con Francis Coquelin y Rodrigo Moreno en el campo, el Valencia intentó sin éxito recuperar terreno perdido en el tramo final, cuando salieron a relucir los nervios por otra oportunidad perdida lejos de Mestalla.