Admiración absoluta. Rendición de pleitesía ante un deportista que, a los 37 años, se pelea con los jóvenes valores de su deporte y, no solo eso, sino con auténticos campeones. También ayer le preguntaron a Rossi qué le mantenía vivo, qué le impedía prejubilarse, qué le hacía creer que aún puede ser campeón. “La pasión, el amor a este deporte y la motivación es lo que me mantiene ilusionado”, contestó.

Valentino no habla del físico. Es más, él siempre ha hecho creer a sus adversarios (los hubo que se lo creyeron ciegamente como Max Biaggi o Sete Gibernau) que no se entrenaba, que solo iba de fiesta. Y era, es, el que más se entrena. Con risas, divirtiéndose, con los suyos, en su rancho de Tavullia, pero se machaca más que nadie. O como nadie. “¿Has visto cómo he ganado”, le decía graciosamente a Izaskun Ruiz, de Movistar TV, detrás del podio. “En la catedral”, dijo en perfecto castellano, “he ganado en la catedral y a los españoles. ¡Y cómo los he ganado!”, destacó. H