Ernesto Valverde pondrá nombre al octavo doblete de la historia del Bar- ça en cuanto se consume la conquista de la Liga en uno de «los cinco match balls» de que dispone el equipo en la Liga en palabras del propio entrenador. Txingurri se unirá al selecto al club que inauguró Fernando Daucik (1951-52 y 52-53) y al que se apuntaron luego Helenio Herrera (58-59), Louis van Gaal (96-97), Pep Guardiola (08-09) y Luis Enrique (14-15 y 15-16).

Valverde sigue la senda triunfadora de esos ilustres predecesores. Por el éxito y por la forma de conseguirlo. El triunfo del Wanda Metropolitano remitió a las mejores noches del Barça de la última década, cuando convirtió la voluntad de preservar el estilo en un camino hacia la gloria. La goleada sobre el Sevilla encuentra poquísimos precedentes tratándose de la final. La catarata de goles fue posterior al caudal de fútbol que desparramó el equipo cuando Iniesta abrió el grifo.

Guardiola y Luis Enrique (14-15) distorsionan la dificultad de lo que encierra conseguir un doblete, que sería el cuarto de la última década porque ellos, en su primera campaña, lo que hicieron fue ligar sendos tripletes, algo único, acompañando la Liga y la Copa con la Champions.

dudas en la directiva // Ese era el desmesurado listón al que se enfrentaba Valverde hace unas semanas. El salto nulo de Roma generó una sensación de fracaso que solo se explica por la cercana frecuencia de aquellos tripletes así como por la abultada derrota de la vuelta (3-0) que echó por tierra el confortable margen de la ida (4-1). En ese incontestable desastre quedaron señalados el entrenador y los jugadores, hasta el punto de que la directiva se preparaba para el peor escenario posible: la derrota en la Copa del Rey. La cúpula del club responsabilizó a Valverde de la pésima gestión de la segunda mitad del Olímpico e insinuó en algunos foros medidas drásticas si se repetía un revés frente al Sevilla. No había otras que el despido. Y, a continuación, otra remodelación de la plantilla azulgrana.

EL EQUIPO DE LAS FINALES // Pero en el Wanda se vio al Barça de las grandes ocasiones, las más inolvidables. Un Barça como el que aplastó al Manchester United y a al Juventus en las últimas finales europeas y al Athletic y al Sevilla en las coperas. A Josep Maria Bartomeu le cambió la cara de golpe. «Hemos visto al mejor equipo del mundo», repitió tras la goleada del sábado. Las sensaciones del presidente del club no eran tan optimistas antes de emprender el vuelo hacia Madrid.

Valverde se desayunó el día de la final con informaciones amenazantes sobre su futuro surgidas desde la directiva. «Cuando pierdes una competición ya sabes que en los grandes equipos hay cataclismos. Vamos a dejarnos de tonterías», dijo con naturalidad. Tras el desastre inicial de la Supercopa surgieron las primeras dudas de que pudiera cuajar al equipo tras la marcha de Neymar; después de lo sucedido en la Champions, las sospechas se recrudecieron por la mala imagen del equipo. «Lo de Roma es culpa de todos, sobre todo de los jugadores», replicó Jordi Alba. Sobre el Wanda repetían nueve titulares que se enfrentaron al Roma.

Ninguno se pareció al mismo que jugó tan solo once días antes. El mismo equipo (con los relevos de Cillessen por Ter Stegen y Coutinho por Nélson Semedo) aplastó al Sevilla con la determinación esperada de la década.

«El míster se merece todos los respetos. Ha reconstruido el equipo tras la marcha de Neymar. Es un grandísimo entrenador y el equipo está con él», explicó Alba. Seguramente con cierto sentimiento de culpa, pero con la voluntad de expresar la opinión del vestuario y que parece contraponerse al que se filtra desde el palco. Valverde acabará triunfando en su primera campaña en el Bar-ça, manteniendo el volumen de éxitos de la última década. Más de la mitad de los 30 títulos españoles están en el museo culé.