Debía ser la cuarta Lieja-Bastoña-Lieja de Alejandro Valverdey se convirtió en la primera del corredor holandés del Sky Wouter Poels, uno de los ciclistas que mejor impresión está dando en este primer sector de la temporada que se cierra la próxima semana con la Vuelta a Romandía. Valverde, hombre de tierras seca, amigo del calor, de carreras donde la garganta se seca por el calor, no debió sentirse a gusto a través de las sendas de Valonia y de su antipático cielo que descargaba en ocasiones agua y en otras nieve. Pero, sobre todo, no debió gustarle nada el invento de la última cota, a la que daba nombre la calle por la que transitó la prueba (Naniot), a solo cinco kilómetros de la meta, un tramo de adoquines. ¿De adoquines? Sí, de piedras que, la verdad, concuerdan más con otro tipo de competiciones clásicas.

En ocasiones, las carreras y más cuando ya han sobrepasado la edad centenaria, como es el caso de la Lieja-Bastoña-Lieja, la decana de las clásicas, conviene dejarlas como están, sin buscar alicientes innecesarios, ¿para qué darle adoquines asociados más con la doctrina flamenca y el arte de Roubaix? Posiblemente la calle Naniot cambió el guion de la Lieja 2016 y, sobre todo, sepultó las opciones de quien era el principal favorito a la victoria final, Valverde.

Poels aprovechó los adoquines para romper la solidaridad del grupo en compañía de Michael Albasini, Rui Costa y Samuel Sánchez. Era más que un ataque una invitación al podio de la principal cita de las Ardenas. Poels resolvió con éxito el esprint final. Por detrás, en el grupo perseguidor Purito Rodríguez fue séptimo y Valverde 15º; sin más, sin mayor historia, sin grandes ataques lejanos, sin ser la mejor Lieja de los últimos años y sobre todo sin convertirse en la cuarta Lieja del corredor murciano. En las carreras de un día la sorpresa cuenta tanto como la candidatura del gran favorito.