El Villarreal todavía no sabe lo que es ganar en esta Liga (2-1). Y no lo sabe porque, anoche, a la objetividad del VAR se unió la subjetividad de Gil Manzano desde la sala de vídeoarbitraje y del colegiado de ayer, el andaluz Munuera Montero, a pie de campo.

Primero, al entender como penalti una acción de Karl Toko Ekambi sobre Enis Bardhi pasada la hora de juego. No hay intencionalidad, pero el amarillo toca al granota. Vale. El penalti lo lanzó José Luis Morales y respondió Andrés Fernández, de primeras y de segundas. Pero no. Llamada de Gil Manzano desde su sala al pinganillo del colegiado a pie de campo. Había que repetir, ya que el pie del portero murciano apenas rozaba la línea de meta.

Roger Martí no desaprovechó el regalo. Ahí empezó a morir desquiciado el Villarreal, que vio como otro penalti, en el que entraba en juego la subjetividad, acabó con su hasta entonces exhibición en el estadio Ciutat de València. De los tres puntos al vacío, en uno de sus mejores partidos de los últimos meses. ¿Cómo se explica? Incomprensible.

Porque, futbolísticamente, el Submarino fue anoche amo y señor sobre el césped. A Javi Calleja le bastaron un par de modificaciones sobre su pizarra para cambiar la imagen, sobre todo defensiva, de un equipo que zozobró en su estreno ante el Granada pero que ayer compensó a la perfección el poder ofensivo que ostenta este grupo —lo del acierto es otro tema— con una solvencia atrás que dejó al Levante prácticamente sin vías para acercarse al área del guardameta Andrés Fernández, sobre todo en una primera parte en la que el Submarino mereció irse al descanso con el encuentro resuelto.

BIEN EN LA PIZARRA / El técnico amarillo detectó perfectamente los déficits de una semana atrás y supo parchearlos. Primero, era cuestión de recuperar para la causa a Iborra, perdido en el trío de mediapuntas del primer partido de Liga. Calleja retrasó al valenciano, le puso más en contacto con el balón, acompañando a Cazorla, y el Submarino se hizo con un control total. De momento, a Zambo Anguissa, el hombre fichado específicamente para equilibrar al equipo, le ha salido una fuerte competencia con el rol del 10. Ayer, el jugador cedido por el Fulham lo pagó con la suplencia en el Ciutat de València.

El otro retoque clave en el bando groguet llegó con el cambio de dibujo. Calleja aparcó el 4-2-3-1 del estreno y lo mutó en un 4-4-2 que presentó la novedad de Toko Ekambi. El camerunés fue un puñal en el frente del ataque.

Si Gerard pareció encontrar más dificultades para zafarse de la vigilancia, Toko Ekambi ganó la espalda en infinidad de ocasiones a Rubén Vezo. Lástima que el punto de mira del delantero internacional por Camerún no estuviera ayer del todo afinado, porque oportunidades tuvo.

En los primeros 45 minutos de juego fueron hasta cuatro ocasiones clarísimas: dos no encontraron el hueco entre los palos; otras dos se estrellaron en el cancerbero Aitor Fernández.

A todo esto, claro está, ayudó enormemente que el conjunto amarillo se encontrara con el 0-1 prácticamente nada más poner el balón en juego. Alberto Moreno, la tercera gran novedad de ayer en el Ciutat de València, encontró desde el inicio pasillo para mostrar su visión ofensiva.

Empezó con un remate que se fue alto y continuó con un pase milimétrico para Toko Ekambi, que dejó a Vezo en el suelo y se adentró en el área para ponerle el caramelito a Gerard Moreno, que solo tuvo que empujarla.

SUPERIORIDAD AMARILLA

El Levante acusó el golpe, vaya si lo acusó. No envió un remate entre los tres palos hasta prácticamente el descanso y su 4-3-3 nada más hacía que replegarse para ir detrás de un balón que monopolizaba el Villarreal con una claridad insultante. Los amarillos rozaron el 70% de posesión en la primera parte, dominio que tradujo hasta en 11 remates hacia la portería del exgroguet Aitor Fernández pero en un solo tanto. Demasiado poco para los méritos contraídos. Y suele pasar que se acaba pagando.

HASTA QUE LLEGÓ EL VAR

Y así fue. Toda la buena imagen de la primera hora de partido, el avasallamiento al rival, el acierto táctico... se quedó en un segundo plano por un VAR que ayer jugó muy en contra de los intereses del Villarreal. No por la tecnología en sí. La imagen es la que es, pero hay que interpretarla. Y ayer la interpretación de Munuera Montero y Gil Manzano barrió para casa, a favor de un Levante que ni en el mejor de sus sueños podía pensar en salir ayer de su estadio con los tres puntos.

Los granota necesitaron dos penaltis más que dudosos, el primero de Ekambi y el segundo de Andrés —tras un exceso de confianza, eso sí— y la bola extra de la repetición de la primera pena máxima para doblegar a un Submarino que ya no se pudo rehacer de los dos duros golpes.

ONTIVEROS PUDO EMPATAR / La concatenación de desgracias obligó a Javi Calleja a replantearse unos planes que, hasta el 1-1, pasaban por fortalecer la medular con Zambo Anguissa (estaba para salir y finalmente no jugó). Salió Carlos Bacca por un Toko Ekambi asfixiado y lo hizo también Ontiveros, en un debut prometedor pero agriado por el marcador.

El extremo marbellí, recién llegado, demostró que no es de los que se lo piensan cuando ven un mínimo de espacio libre entre su pie y la portería contraria. Dos disparos desde fuera del área y una falta que salió cerca del palo estuvieron a punto de rescatar un punto para el Submarino.

Como también el último intento de Gerard Moreno, que remató alto una asistencia de Samu Chukwueze poco antes de entrar en la prolongación. El fútbol y el VAR fueron ayer muy crueles con el Villarreal. Demasiado.