Bendito VAR. VAR de mi vida. Estaba España al borde del abismo cuando Aspas, un delantero escurridizo, firmó un soberbio gol. Pero el colegiado no lo concedió hasta que no le avisaron que estaba siendo revisado en la sala de vídeo. Sucedía en el mismo instante en que en Saransk a Portugal, en otro penalti del VAR, Irán le empataba ya en el tiempo añadido. Dos goles de VAR, dos mundos y ambos en el tiempo añadido, digno de una película de ciencia ficción.

De pronto, España, que estaba flirteando con la eliminación, terminó primera de grupo gracias a Iago Aspas, esquivando a la rocosa y desagradable Uruguay de Suárez y Cavani en octavos. Rusia aguarda el domingo en Moscú a una España de mantequilla, salvada por la justicia del VAR. La tecnología ha llegado para hacer más ecuánime un deporte que ya no tolera los errores humanos.

UN CORTOCIRCUITO / Y la selección de Hierro cometió muchos. No hay partido tranquilo para España. Una falta de entendimiento insólita entre Iniesta y Ramos provocó un cortocircuito de tales dimensiones que Marruecos, amparada en que De Gea no se mueve de la sombra del larguero, se adelantó en el marcador. Ni un cuarto de hora y España ya perdía. Visto y no visto. ¿Qué hacían Sergio y Andrés tan juntos en el campo? ¿Cómo no se entendieron en un balón irrelevante?.

Lo que Iniesta te quita, Iniesta te lo da. Dicho y hecho. Abocada al abismo estaba la Roja cuando dos magos conectaron sus frecuencias. El desborde de Andrés, unido a la velocidad, desgarró a la defensa marroquí. Iniesta apuró hasta el final su internada para asistir a Isco. La doble I para levantar a España del desastre defensivo diario en este Mundial.

Hierro respiró sin saber que un simple saque de banda, aún en campo marroquí, se transformaría en una ocasión clarísima para denunciar los graves defectos defensivos de España. Piqué fue superado por el lanzamiento con la mano, mientras Boutaïeb, una vez más, corría a campo abierto al encuentro de De Gea, que seguía cobijándose bajo el larguero. Corría el delantero solo porque Ramos, todavía bajo el impacto del error en el 0-1, continuaba fuera de sitio. Hasta lento pareció el madridista durante esos 50 metros en los que Hierro se puso las manos en la cabeza. Al menos, ese lamentable error no derivó en el 1-2. Se despegó un par de metros De Gea para que el delantero estrellara el balón en su cuerpo mientras Iniesta, responsabilizado por su fallo, se agigantó para no quedar a una nivel inferior a la del colosal Isco.

Ellos eran, en realidad, España. Atrás, el drama de cada partido. De la banda derecha de ataque (Carvajal-David Silva) ni rastro porque todo el juego fluía en el otro costado, en la izquierda donde se reunían el madridista Isco y los azulgranas Iniesta y Jordi Alba. Era, por lo tanto, una selección coja, transformada en un agujero negro porque de la nada recibía ocasiones de peligro.

TIEMBLA EL LARGUERO / Así ocurrió en el inicio de la segunda parte. Un saque de esquina a favor terminó con el larguero de De Gea temblando, asustado por el imponente derechazo que soltó Amrabat desde fuera del área.

Tardó Fernando Hierro en mover su equipo con dos piezas de refresco para evitar que el equipo acabara reunido junto a De Gea. Misión incorrecta de nuevo. El cabezazo de En Nesyri, venciendo en el salto a Ramos, reveló la fragilidad del capitán. Y de España. Mal al inicio, mal al final. En esto sí es metódicamente regular España. Defiende (y no solo se trata de los cuatro de atrás) de pena. Hasta que el VAR vino para quedarse y ser realmente justo.