Veni, Vidi, Vici. Paco Alcácer hizo bueno el lema de Julio César, el general y cónsul romano en el año 47 antes de Cristo, cuando se dirigió al Senado tras su victoria en la Batalla de Zela. Alcácer vino al Villarreal, vio a su nueva afición y venció a Osasuna, siendo parte importante de un triunfo duro y costoso hasta que llegó el 3-1. Es un delantero top del fútbol europeo, y lo demostró a la primera de cambio, nada más sus compañeros le dieron la oportunidad de dejar constancia de su clase y olfato goleador.

El de Torrent es mucho más que un 9 clásico: un delantero preparado para jugar al contragolpe y también para asociar con sus compañeros. Inteligente en el campo y con el talento suficiente para que no le tiemblen las piernas cuando encara al portero rival. Marcó un gol y estuvo a punto de anotar el segundo, si Aridane no le arrolla en el área. Este Villarreal tiene una colección amplia de futbolistas con talento y calidad, además del plus Cazorla. Incluso, en días como frente a Osasuna, cuando no tiene su mejor día, es un equipo terrible y temible. Europa está a apenas dos puntos y la Champions, a cinco, cuando queda casi toda la segunda vuelta por delante. Este Submarino contagia ilusión.

El Villarreal había hecho la inversión más elevada de su historia con Alcácer y no era cuestión de aguardar el protocolo de sentarle en el banquillo porque solo había entrenado dos veces con sus compañeros. Calleja le colocó como delantero de referencia y reubicó a Gerard Moreno, manteniendo el mismo dibujo táctico que tan buenos resultados le ha dado al equipo. Esa fórmula que le ha conferido al Submarino un equilibrio defensa-ataque que le condenó en el primer tramo de la temporada, hasta que el técnico rediseñó sus planteamientos. El 4-3-3 que, en el repliegue, se convierte en un 4-5-1. Manu Trigueros y Cazorla eran los dos pensadores de una medular en la que Vicente Iborra aportaba el músculo como jugador más retrasado, con Anguissa como suplente, en una semana muy apretada para los amarillos con el partido intersemanal contra el Mirandés en la Copa del Rey y la visita a Valladolid tres días después. Mario, a pierna cambiada, cubrió la baja de los dos laterales zurdos.

Le costó cogerle el tranquillo del partido a los amarillos. Incómodos con el balón e imprecisos en los metros finales, no en la definición, sino antes a la hora de dar el pase definitivo. Errores que desbarataron las llegadas al área de Osasuna. Los navarros también tuvieron su mérito en la oscuridad del Submarino. Sin su Cid Campeador, Chimy Ávila, han perdido potencial, pero conservan ese poso de bloque incómodo cuya filosofía no consiste en tener el balón, pero sí en morder al rival cuando está en su poder y moverlo con transiciones rápidas hacia arriba. Osasuna no dejó jugar a los groguets y les pusieron en más apuros de los previstos. Marc Cardona tuvo el 0-1 a puerta vacía, pero su tiro desde 25 metros se le marchó fuera por poco.

El Villarreal estaba serio atrás, pero excesivamente errático en la visión del pase final. Pese a todo, si algún equipo transmitía la sensación de poder ganar, ese era el amarillo, aunque no fuera su mejor día de inspiración. Aridane sacó un balón bajo palos tras una serie de rebotes en el área rojilla. Pero si de algo va sobrado el grupo de Calleja, es de talento, al que ahora se suma la movilidad, velocidad, sentido del desmarque y la capacidad de definición de Alcácer. Al de Torrent lo han traído para hacer goles y no tardó en demostrar, al primer balón en condiciones que le envió a control remoto como si estuviera jugando a la Play Trigueros, con una salida en carrera desde su propio campo y plantándose solo ante el portero de Osasuna para batirle, casi sin inmutarse, por un lado, ya en el descuento del descuento. Ningún jugador puede esperar un mejor debut con su nuevo equipo y su afición.

SOBRESALTO / La ventaja duró apenas dos minutos de tiempo de juego, sin contar el descanso. En el primer córner de la reanudación, Aridane le ganó la espalda a Funes Mori y conectó un remate limpio de cabeza que establecía la igualada. Era como si el partido comenzara de nuevo. Este nuevo Villarreal puede tener mejores o peores momentos de juego, pero ha aprendido a tener paciencia, a controlar los partidos y a no perder la cabeza, léase el equilibrio táctico. Y solo tardó seis minutos en ponerse por delante de nuevo. A Calleja le salió bien la decisión de cambiar de banda a los dos laterales y precisamente Rubén Peña, a pierna cambiada, se sacó una jugada magistral con un tiro ajustado al palo, con su pierna derecha.

Osasuna se echó arriba y dejó más espacios. Justo lo que necesita un delantero como Alcácer y un especialista en pases geniales como Cazorla. De esa conexión nació la acción en la que el torrentí se marchó, como en el primer gol, solo ante Herrera, pero esta vez fue arrollado por Aridane antes de encarar al portero. Para la acción de penalti no hacía falta ni VAR ni árbitro, porque fue clarísima, pero la duda estribaba en la salida de Alcácer. Después de la revisión, Cazorla tomó la responsabilidad y anotó con maestría el lanzamiento que ponía tierra de por medio.

BAJO CONTROL / A partir de ese momento ya no hubo partido. Con la tranquilidad del 3-1, Cazorla comenzó con su recital de fútbol y los rojillos estuvieron en peligro de ser goleados durante unas ráfagas, mejor dicho, temporal amarillo, que le tuvieron en jaque. Hasta que el Villarreal empezó a enfriar el juego y a pensar en ese importante partido del miércoles en Miranda de Ebro con unas semifinales de la Copa del Rey en juego. En LaLiga, salvo el traspié del Espanyol, el Submarino sigue con paso firme.

Alcácer tuvo un debut feliz.