Si el aficionado de a pie del Castellón vive con el corazón en un puño estos días que deben decidir el futuro del club --léase su venta y la desaparición completa de David Cruz--, asistiendo atónitos y frustrados al mercadeo del presidente y consejero delegado, imagínense el trance por el que están pasando los futbolistas y técnicos que deben convivir, día a día, con esa situación de incertidumbre e inestabilidad. Una estresante tesitura que afecta al desempeño de su actividad en el día a día y compromete las opciones deportivas, que pasan, cuanto menos, por clasificarse para los play-off y mantener vivo el sueño del regreso a la Segunda B.

Este Castellón está en las últimas. Los cinco meses sin cobrar de la mayoría de sus jugadores han provocado que estos mismos busquen soluciones. Algunos han conseguido trabajos, al margen de su desempeño como futbolistas, que les evade y les supone unos ingresos ahora vedados como jugadores. Eso, los más afortunados. Los que no, tienen que recurrir a sus familiares, aunque también tienen su límite: algún jugador ya ha comunicado al entrenador su intención de marcharse aunque, hasta el momento, Manu Calleja ha conseguido evitar las fugas, debido a que parece inminente un desenlace en forma de cambio en el accionariado en la gestión del club, con tres aspirantes: el grupo chino Ledus, el de capital norteamericano con la mediación de Manolo García e Impala (se haría cargo del fútbol base) y la vía provincial de los Pablo Hernández, Àngel Dealbert y compañía.

El propio técnico cántabro ya dejó caer, con el ostracismo de Álex López en las últimas jornadas, que este maremágnum afecta psicológicamente. El lateral izquierdo es un buen ejemplo: «Lleva un par de semanas que quizás está un poco distraído, pero yo al chaval le disculpo». «Son situaciones que se dan y hay jugadores que mentalmente aceptan mejor la situación», apostilló.

Minutos después, Jordi Marenyà también se ponía ante los micrófonos para constar que «las circunstancias que se dan no son las idóneas; eso afecta y se refleja en el campo». El vila-realense, uno de los capitanes, certificaba que están «callados pero sufriendo». «Somos muy profesionales y estamos haciendo cosas que igual otro grupo no haría», reforzó.

LA RECTA FINAL

Sea como fuere, el Castellón depende de sí mismo cuando le restan seis encuentros (uno más que a otro rivales directos), aunque obligado a ganar al menos cuatro para no depender de terceros. Y eso confiando en que el Villarreal B no acabe disputando el play-off de ascenso a Segunda B, lo que le cerraría las puertas a su segundo filial, liberando una plaza en el grupo VI de Tercera, lo que aumentaría las opciones de los albinegros.