No hubo sorpresa. Denis Cheryshev no volvió al Villarreal CF, pero el Real Madrid se lo quitó de encima. El ruso no estuvo imputado por contratar prostitutas menores de edad, ni protagonizó carreras ilegales de coches, ni le retiraron el carnet por conducción temeraria, ni por chantaje sexual, ni fue perseguido por la policía a 200 kilómetros por hora sin detenerse cuando le dieron el alto, ni se fue de fiesta con Kevin Roldán tras un humillante 4-0, ni se largó del Santiago Bernabéu al descanso de un partido para irse a los toros, ni le pillaron fumando.

Su pecado fue estar en el lugar equivocado, jugando unas migajas de minutos ante un Segunda División B, el Cádiz CF, como un actor secundario arrinconado al que le dan una frase en una obra de tercera.

Cheryshev ha sido víctima de un jefe que vive instalado en la continua fiesta de la arrogancia, al que la megalomanía le impidió reconocer un “la hemos cagado”.

En su día, Vicente Del Bosque se negó a recoger la insignia de oro y brillantes del club merengue, y recuérdese cómo salieron de allí Fernando Hierro, Raúl González o Iker Casillas. En el Villarreal CF, la vida ha sido y será posible sin Cheryshev, y no hay que guardar rencor al responsable; algún día, el hoy anestesiado Bernabéu le pasara factura. H