La selección respira tranquilidad después de ganar el primer partido en un Mundial. La victoria ante Sudáfrica (3-1) ha generado un clima agradable donde las 23 futbolistas reman con el objetivo de los octavos. Pero en un día de relajación, donde las titulares jugaron al ping pong en las instalaciones de Deauville y las suplentes hicieron compensación física, la gran incógnita es si Jorge Vilda seguirá con el mismo plan de juego en el segundo encuentro ante Alemania, una de las favoritas, o apostará por la segunda línea que hizo reaccionar a La Roja en la segunda parte del debut.

Jenni Hermoso, MVP del partido, admitía que se siente cómoda con Nahikari en punta. Mi estilo es asociativo, dijo la delantera del Atlético, autora de un doblete. Teniendo jugadoras alrededor me siento más cómoda. Juego entre líneas y doy el último pase. Con ella estuve más libre porque fijaba más.

EL REVULSIVO

Precisamente así llegó el tercer gol, con un pase al hueco que Lucía García aprovechó. Su nombre, junto al de la propia Nahikari y la mediapunta del Barça Aitana Bonmatí, entra en las quinielas para liderar una revolución que sitúe a las más jóvenes como revulsivo ante el juego de posición.

Jorge Vilda ya advirtió que tenía preparado un plan A, el que todo el mundo conoce, un plan B -el que rescató al equipo en el debut- e incluso plan C y un plan para la épica. De momento no ha necesitado tirar de estos dos últimos, pero el ambiente en Le Havre se dirige hacia posibles cambios en el once, más allá de la posible presencia de Silvia Meseguer en lugar de Virginia Torrecilla buscando la contención para retener a Dzsenifer Marozsán, una de las estrellas de la cita francesa.

Con el pase a octavos bien encarrilado (se clasifican las cuatro mejores terceras y España solo necesitaría un empate), aunque sin exceso de confianza, el plan pasa por dar la alternativa a jugadoras que entraron en la lista para lo que el equipo demanda ahora: verticalidad.