El Villarreal es el peor enemigo del Villarreal. Una nueva derrota para alcanzar el ecuador del campeonato, la peor de la historia del club en Primera, que concluye con 17 puntos y solo con el Huesca por detrás. Los nervios están atacando el organismo de un equipo que juega con el miedo al fallo. Una histeria colectiva que se refleja en la acción del penalti en el descuento, con varios jugadores intentando lanzar la pena máxima que mandó fuera Toko-Ekambi. Y los cuatro postes en las acciones postreras expresan la inoperancia ofensiva de un Villarreal que solo pudo batir al rival con un tanto en propia puerta. Un final surrealista, con el 1-2 de Ángel y todo lo que pasó en el área visitante de ahí al final.

El Submarino sigue sin reaccionar tras el cambio de entrenador. Solo un triunfo en su estadio y con una falta de identidad absoluta, propiciada por el estado nervioso. Al Villarreal le quedan 19 finales, la segunda vuelta, para salir de un descenso para el que es un serio candidato. No es una cuestión de calidad, ni de actitud, porque el Villarreal ahora es su propio peor enemigo. Jugadores hay; hay que formar equipo y calmar los nervios. Nada ha cambiado con el relevo técnico. Todo sigue igual de mal… o peor.

Luis García maneja un once base y un sistema, las primeras pinceladas de la operación Salvem al Villarreal. Todavía en plena transición lo que pretende implantar, pero ya se comienzan a notar los cambios respecto a la anterior etapa de Calleja en el banquillo. El 4-2-3-1 es el esquema de cabecera, con Iborra, a partir de ya, un fijo en las alineaciones. Si quedaba alguna incógnita sobre quien le acompañaría, el técnico madrileño la despejó anoche: Cáseres, a pesar del buen rendimiento de Javi Fuego en sus apariciones.

Insiste Luis García en convertir a este Villarreal en un bloque fiable, que minimice los errores defensivos y sea capaz de mantener su portería a cero. A los 11 minutos, el entrenador amarillo se echaba las manos a la cabeza porque la pesadilla se repetía y Portillo remataba totalmente libre de marca a placer en el área, casi a bocajarro, pero la agilidad de San Asenjo evitó el 0-1. Ese despiste y una pérdida de balón en la medular de Víctor Ruiz fueron los únicos fallos en la primera parte.

El Villarreal apostó por un fútbol más directo, con envíos largos de Funes Mori y Víctor Ruiz a Gerard Moreno. A diferencia de la era Calleja, las salida del balón desde el propio área es más rápida y las transiciones, veloces.

El Getafe mantuvo su fisonomía. No rinde culto al jogo bonito, pero es un equipo con mayúsculas, muy cosido entre sus líneas y que juega al límite en cada acción. Un rival sin estrellas, donde el crack indiscutible es el bloque. Aún así, la salida de los Cazorla, Chukwueze y compañía les generó problemas. Funes Mori tuvo una buena ocasión en un cabezazo que David Soria desbarató, igual que un disparó desde la frontal del área de Cazorla.

EL VAR, EL GRAN AUSENTE // Lo que mantuvo inalterable su falta de criterio fue el VAR, que no interpretó como penalti unas manos dentro del área del Getafe, tan nítidas como increíble la decisión de pasarlas por alto.

El Villarreal intentó aislarse de la presión que suponía verse penúltimo, pero el paso de los minutos alimentó el nerviosismo y con él, las imprecisiones. El remate final se ha convertido en un viacrucis para gente acostumbrada a marcar con facilidad.

El Getafe jugaba con el paso del reloj a su favor. Y también con eso que Valdano bautizó como los estados de ánimo en el fútbol, que puede traducirse en dinámicas positivas y negativas. Y a este Villarreal también parece que le haya mirado un tuerto.

Los de Bordalás encontraron petróleo en los albores del segundo tiempo. Jorge Molina, bestia negra del Submarino, adelantó a los azulones (minuto 51).

Luis García se jugó la baza de Toko-Ekambi y sustituyó a Chukwueze, que empieza a contagiarse de la tristeza que asola a este Villarreal. El problema no es la actitud, ni la calidad, pero si la eficiencia y el gen competitivo. Como existe talento y los jugadores le ponen lo que hay que poner, se generaron ocasiones, pero la historia se repetía. Gerard y Cazorla tuvieron dos buenas oportunidades, pero agua.

EN EL ALAMBRE // Y el partido empezó a romperse. El Villarreal se vio obligado a arriesgar y el Getafe también salió de su cueva. Con el juego de un lado para otro, la fortuna le hizo un guiño al Submarino y Cabrera hizo lo que ninguno de los delanteros amarillos había podido lograr: marca en su propia puerta (minuto 75). El 1-1 hacía justicia y daba fuerza al Submarino para otra remontada como la copera de días atrás ante el Espanyol, pero con más corazón que cabeza. Eso y la mala fortuna en forma de postes: hasta cuatro. En esa histeria, el Getafe sorprendió a la contra al Villarreal, desquiciado y errático. Ni Cáseres ni Funes Mori pudieron frenar a Ángel que logró el 1-2.

En ese final surrealista, todavía pudo el Submarino empatar al final, pero Toko-Ekambi falló un penalti. Era la aguja número mil en el muñeco de vudú con la camiseta de un Villarreal inmerso en un bucle de negativismo que le ha llevado a la cola. Una derrota muy injusta, pero ahora solo queda creer en la salvación.

DOMINGO

13 DE ENERO DEL 2019

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