El Villarreal ganó sin problemas y con más brillantez que la que reflejó el 2-0 final, un partido en el que generó ocasiones para rubricar otra goleada como ante el Celta, pero quedó limitado por su falta de gol, su gran problema en esta segunda parte de la competición. Eso sí, la segunda vuelta comenzó con un progresión notable en la fluidez del juego y con la generación de muchas ocasiones. El primer triunfo del 2017 llegó con buena nota y en un test complicado por las numerosas ausencias.

Escribá tuvo que recomponer el once y rediseñar un sistema táctico no habitual en los partidos de casa. Dos bajas de última hora le dejaron muy limitado de recursos, tanto en la defensa como en ataque. El traspaso y la salida de Pato a la SuperLiga de China, unido a la lumbalgia de Víctor Ruiz, uno de los cinco jugadores que había disputado todos los minutos de la competición doméstica, le dejaban con pocas opciones para confeccionar un once, porque la sanción de Jaume Costa y las lesiones de Musacchio, Soldado y Cheryshev, junto a la ausencia de Bakambu, conformaban casi un equipo titular alejado de la convocatoria ante el Granada.

Escribá echó mano de la lógica y armó un dibujo de forma inteligente y racional. Lo más importante es que con el rediseño del 4-4-2 a un 4-2-3-1 consiguió sacar más partido a Soriano como enganche de Sansone y le dio más profundidad al juego con Castillejo pegado a una banda. Además, Bruno estuvo mucho más participativo en el juego del equipo y se le vio con más presencia en la zona donde se gestan los pases finales e, incluso, en el área.

El Villarreal esclavizó el dominio del balón desde el principio. Su juego era rico en posibilidades, explotando la conexión por el interior y la explosión por las bandas, en esta ocasión con un Jonathan muy incisivo por el carril derecho. El Submarino logró alcanzar el área del Granada con mucha fluidez. Por su parte, el conjunto nazarí fue fiel a la propuesta de Alcaraz. Replegado, con una defensa de cinco, y porfiando sus opciones a un contragolpe o mantener el cero en su portería.

SERIEDAD / El Villarreal se tomó el partido con un elevado grado de concentración e intensidad. Muy firme atrás, con Bonera tomando el mando de la defensa, y José Ángel ofreciendo sus mejores momentos en Vila-real, serio en el cierre de su banda y agresivo en ataque. Manu dejó el primer pincelazo de peligro y también de la seguridad de Ochoa en la portería granadina, convirtiéndose en el héroe de los suyos. La más clara la tuvo poco después Sansone, en un mano a mano con Ochoa en el que el italiano se dejó robar la cartera por Foulquier. La sombra de la sospecha sobre la capacidad rematadora se alzaba sobre el Estadio de la Cerámica. Pero en algo se había progresado: en la mayor fluidez del ataque. El Villarreal llegaba con alegría y con criterio al área del Granada. Con ese manual de puesta en escena, el gol debería llegar por real decreto o, más bien, por reiteración de ocasiones.

Pero tuvo que ser en una jugada de pizarra como iba a ceder el ultradefensivo entramado que plantó Alcaraz en Vila-real. Una falta botada por José Ángel al lateral del área, Álvaro toca al punto de penalti y allí aparece el capitán para rematar a la red. Era el cuarto gol de Bruno y una dosis en vena de tranquilidad para un Villarreal que necesitaba calmar la ansiedad provocada por no conocer el sabor del triunfo en el 2017. El Villarreal había sido el único que quiso jugar al fútbol.

La revalida de la segunda parte era apuntalar el triunfo. No es que el Granada hubiera puesto en aprietos al Submarino en ningún momento, pero el solitario tanto de Bruno dejaba dudas. El guión continuó inamovible. El Granada atrincherado atrás a la espera de que le cayera del cielo un décimo de lotería premiado. El mejor alimento para las esperanzas de los andaluces era la exasperante falta de puntería de los de Escribá. El desacierto local se transformaba en el mejor delantero de un Granada conservador y rácano.

El rival percibió que con el paso de los minutos no le caía el premio del cielo y decidió un tímido estiramiento de líneas con la salida de Boga al campo. Mas ruido que nueces. Igual que más balas de fogueo que de pólvora real del lado groguet. Y Escribá se jugó una de las pocas bazas ofensivas que tenía en el banquillo con la entrada del recién incorporado Adrián.

LA PUNTILLA / El Villarreal continuaba generando mucho fútbol. Jonathan y Samu rompían una y otra vez al Granada. El malagueño dejó un balón de oro en un centro pasado que le pasó por delante a Sansone por centímetros. Las llegadas se sucedían, pero faltaba el desenlace que da triunfos. Hasta que Álvaro, protagonista estelar ayer por su participación en las acciones determinantes, enganchó un balón en el área y batió a Ochoa. Era la puntilla.

El Villarreal construyó fútbol para firmar una goleada. Su falta de puntería restó brillo a un buen partido con un resultado demasiado corto, aunque los postes volvieron a jugar en contra. Adrián en los minutos finales remató otro tiro, que parecía gol cantado, al palo. Por fin, el primer triunfo del 2017 cayó en forma de tres puntos que mantienen al Submarino en la pelea por Europa.