El Villarreal ha regresado como un tiro a LaLiga. A día de hoy es el equipo más en forma de esta segunda parte de la competición poscoronavirus. El Submarino es el que mejor fútbol ofrece, su fiabilidad defensiva es indiscutible, físicamente sus prestaciones son superiores al resto y su pegada en ataque es incontestable. A todo ello se une una amplitud de plantilla que permite a Calleja dosificar los esfuerzos y permitirse el lujo de que jugadores como Cazorla, Alcácer, Chukwueze o, incluso, Iborra, ayer baja por lumbago, no estén presentes en el once. El Betis sufrió anoche la fuerza demoledera de un equipo que se ha recompuesto en la Liga poscovid-19 tras llegar a la suspensión en plena depresión, con tres derrotas consecutivas y con el técnico amarillo en una delicada situación.

El Villarreal ha madurado como bloque en la cuarentena. No comete errores de bulto, defiende de forma solidaria con una presión muy adelantada sobre los rivales en la que los delanteros son fundamentales. El gran estado de forma de Bacca y el acierto de Gerard, máximo goleador nacional, junto al equilibrio táctico que se ha logrado en el centro del campo, con Anguissa como eje de la columna vertebral, y el rendimiento soberbio de la pareja de centrales Albiol-Pau, posiblemente el mejor tándem de LaLiga, han transformado radicalmente al Villarreal.

El Betis sufrió muchísimo atrás. Cada balón al espacio libre, buscando la espalda de la línea de tres centrales con la que saltaron los andaluces al campo, era una seria amenaza. Bacca les ganó todos los pulsos. El primero a los tres minutos, cuando Bartra le cogió de la cintura como si fuera su pareja de baile cometiendo un penalti de libro. Gerard lo transformó y encauzaba la victoria en el Villamarín.

Este Betis es un equipo que intenta jugar bonito, pero que ha olvidado el gen competitivo y que recuerda mucho al Villarreal de la temporada pasada o, incluso, al de algunos momentos de esta campaña. El VAR anuló un gol en propia puerta de Anguissa por fuera de juego de hasta tres jugadores béticos.

El Villarreal exhibía una solvencia insultante. El control del juego del equipo de Calleja era casi sonrojante para el Betis. Y no tardó en caer el 0-2. Una acción similar de Bacca, ganando la espalda de nuevo a los centrales rivales, dejó un buen pase para Gerard Moreno, quien se deshizó de su par y, cayéndose al suelo, remató con su pierna derecha batiendo a Joel.

El Submarino no bajó los brazos. A diferencia de otros partidos antes de la suspensión de LaLiga, mantuvo la presión asfixiante sobre el poseedor del balón, controlando la posesión y atacando por bandas y por dentro, con esa fórmula de colocar un interior por dentro (Moi) y otro por fuera (Ontiveros).

Si faltaba algo para redondear la victoria y asegurar los tres puntos, Fekir se autoexpulsó en dos minutos viendo dos amarillas y dejando a su equipo al filo del descanso con un 0-2 en contra y con 10 jugadores. El Villarreal tenía las velas desplegadas y el viento a favor.

Calleja sacó pecho de plantilla. Hizo tres cambios y del banquillo salieron Alcácer, Bruno y Cazorla. Casi nada. El Villarreal también ha aprendido en la cuarentena a administrar con inteligencia un marcador a favor.

El Betis ya había tirado la toalla. Se conformaba con no recibir mas goles, objetivo que logró casi de milagro, porque Cazorla y Alcácer pudieron abrir mas distancia en el marcador. Pero el Villarreal se dedicó a administrar su ventaja y sus fuerzas, con los tres puntos ya en su casillero. Su periscopio está encarado por esa plaza Champions que ahora está en poder del Sevilla, pero de la que solo le separan tres puntos. La Europa League parece casi asegurada. El Villarreal va como un obús. Imparables.