Dos jornadas, cero puntos. Mal, sí, pero nada que debiera hacer encender las alarmas en los primeros 180 minutos de Liga, de no ser porque el Villarreal evidenció que su problema no es de números, sino de identidad. El equipo de Escribá, como cuatro días atrás, no tuvo una idea de juego, ni siquiera un plan de urgencia para dejar pasar el temporal de la mejor forma posible.

Porque la tormenta es fuerte. Ya no es solo no tener un patrón definido o haber firmado el peor inicio de los últimos años. Es que el Villarreal se descompone en lo físico. Si, antes del envite, alguien hubiese dicho que Semedo y N’Diaye serían los centrales, y Álvaro el lateral derecho, seguramente sería tachado de loco.

Pero el gafe alcanza límites insospechados. Antes del calentamiento, Víctor Ruiz fue descartado por molestias. En los rondos previos, caía Rukavina, sumándose a Asenjo, Bruno, Cheryshev, Mario, Bonera, Soriano y Adrián Marín. Pero lo peor estaba por venir, al borde del descanso, ya con el 3-0 y Andrés tendido en el suelo. No salió después. A cruzar los dedos para que no sea grave.

Del partido, el resumen es sencillo. La Real desarboló a un Villarreal que, con los últimos contratiempos, se fue borrando paulatinamente, dejando la noche en un monólogo azul y blanco. Cuando los amarillos volvieron en sí, el 3-0 convertía en misión imposible la idea de salir de pie de Anoeta.

POBRE IMAGEN // Los locales fueron ganando a un Submarino en el que nada funcionaba. Desajustado defensivamente, cortocircuitado en la medular y estático arriba, fue netamente inferior. Illarramendi y Zurutuza manejaban a su antojo los tiempos del choque. Juanmi se movía como pez en el agua entre las grietas del muro amarillo. Y Willian José siempre estaba con la caña preparada, entre los mareados Semedo y N’Diaye. El brasileño empezó a escribir la tragedia del Villarreal: después de córner, a un metro de la línea de gol, fusiló a Andrés, que respondió con reflejos al primer impacto, pero no pudo hacer nada en el segundo.

El murciano evitó el 2-0 con dos paradas antológicas a Juanmi y Xabi Prieto. Éste, ya con el Villarreal sin argumentos para salir de su propio campo, no fallaría luego, resolviendo un balón que se paseó por el área hasta llegar a las botas del jugador que cumplía 500 partidos como txuri-urdin. Antes del descanso, la Real finiquitó el partido -si no lo estaba ya- por mediación de Juanmi, que dejó en evidencia a Semedo para plantarse ante Andrés y batirle. No dolió tanto el gol como la lesión del guardameta.

El 3-0 al descanso dejaba en residual la segunda parte, en la que lo mejor es que la Real se conformó y el Villarreal no agravó una triste imagen que deja muchas dudas. Rodri y Barbosa evitaron una goleada más deshonrosa.

Los primeros 180 minutos del Villarreal en esta Liga dejan a Escribá tocado y cuestionado. Su futuro depende de la paciencia del club y, si esta se mantiene, de las soluciones que su cuerpo técnico pueda aportar tras el parón.