Un súper Villarreal mereció más que el mejor equipo del mundo. El Barça tampoco pudo ganar en el Madrigal y estuvo a punto de perder, de no ser por los graves errores arbitrales, fundamentalmente un penalti fantasma señalado a Neymar que sólo vio Sánchez Martínez, convertido ayer en el Messi del Barcelona.

El Villarreal jugó más, dispuso de más ocasiones y ahogó por completo al Barcelona con una presión asfixiante y un mejor y más organizado dispositivo táctico. Los 14 jugadores que ayer saltaron al Madrigal con la camiseta amarilla se dejaron el alma. Este Villarreal ha demostrado que sabe defender como los mejores, que sabe jugar como los grandes equipos y también que corre y corre hasta la extenuación como los campeones. Y no hay que olvidar a una afición maravillosa que empujó y empujó en un Madrigal més groguet que mai.

El gran partido del Villarreal deja una sensación de que el punto logrado ante el mejor equipo del mundo sabe a poco. El Villarreal sigue cuarto con seis puntos de ventaja sobre Sevilla y Celta, y siete al Athletic. Una buena renta para continuar soñando con la Champions mientras se pelea por un hueco en la final de Basilea de la Europa League. Grandísimo Villarreal.

Al árbitro le vino muy grande el partido y acumuló error tras error pero siempre focalizando sus fallos hacia el mismo lado. Expulsó a Marcelino, repartió tarjetas a diestro y siniestro a todo lo que llevaba camiseta amarilla, le perdonó la segunda cartulina a Gerard Piqué por desbaratar una jugada de gol desde el suelo con la mano y señaló un penalti inexistente de Asenjo a Neymar, cuando el portero del Villarreal le había limpiado la pelota al brasileño sin tocarle. El Madrigal ardió ante tanta injusticia. El sentimiento de impotencia era tremendo, porque los amarillos habían logrado no solo plantarle cara al Barça, sino crear más y mejores ocasiones de gol.

A los 30 segundos, el Submarino ya dispuso de una ocasión clarísima de gol en un balón largo al espacio del que Bakambu sacó petróleo, con un remate de Manu que rebotó en un jugador azulgrana y se estrelló en el poste. El Villarreal inició la presión muy arriba, en la primera línea de creación del Barça. Bakambu dispuso de la segunda oportunidad pero se topó con Bravo.

El mejor equipo del mundo también tuvo de su lado un trébol de cuatro hojas y en su primera aproximación al área se iba encontrar con el 0-1, en un balón colgado al área que Rukavina no acertó a despegar con acierto y que le cayó a Rakitic, cuyo tiró pasó entre una nube de piernas.

El Villarreal no se descompuso. Todo lo contrario, continuó triangulando con peligro y encontrando los espacios libres con mucha más facilidad que el Barcelona. Bakambu, Manu Tirgueros y una internada de Mario hasta la cocina del Barça, que no encontró rematador, pusieron en jaque al Barça. Hasta que llegó el regalo del supuesto penalti de Asenjo a Neymar, que el brasileño transformó a lo Panenka en el 0-2. Parecía el jaque mate, pero a este Villarreal hace falta mucho más para que se arrodille y dé por perdido el partido. Y se levantó del duro golpe y siguió corriendo, creyendo a muerte en la remontada.

La segunda parte fue un homenaje al fútbol espectáculo. Fútbol de talento, fútbol de raza, fútbol de testiculina, fútbol sin corsés tácticos y fútbol de campeones en un ambiente mágico como el que la afición amarilla construyó ayer en el Madrigal. Levantarle un 0-2 en contra al Barça solo está a la altura de los grandes. Y el Villarreal lo volteó y estuvo más cerca del triunfo que del empate.

Denis Suárez llevó de cabeza al Barça y fue el armador del juego ofensivo amarillo, demostrando el porqué del amor que le tiene Luis Enrique. Una acción individual del gallego fue culminada por Bakambu, siempre situado en el sitio oportuno. Era el inicio de una remontada espectacular. Denis ejerció ayer el papel destinado a estrellas como Messi, Luis Suárez o Neymar, que ayer estuvieron desaparecidos gracias al gran trabajo defensivo de hombres como Mario, Bailly, Víctor Ruiz, Rukavina o de un porterazo como es Sergio Asenjo.

Las mejores ocasiones, tanto en número como en peligrosidad, llevaron el sello del Submarino. Un remate de Soldado rebotó en Mathieu y Bravo, un felino toda la tarde, no pudo hacer nada. El 2-2 hacía justicia y restaba casi media hora, que se hizo corta. El juego transcurrió a ritmo infernal, con un fútbol de ida y vuelta, que mantenía enganchada a la grada. El Villarreal mantuvo la concentración defensiva, pero también puso sus cañones mirando hacia Claudio Bravo. Adrián tuvo el 3-2 en sus botas en el descuento. Al Barça le salvó la campana. H