Al Villarreal le van los finales con suspense en esta liguilla de la Europa League. Tras el empate de anoche, todo sigue abierto. Y eso que la imagen del equipo fue buena, aunque más para la grada que para lo que a un técnico le gusta, porque los amarillos mostraron ciertas lagunas en su juego defensivo en la primera parte. Sin embargo, el fútbol del Submarino continúa siendo fluido y alegre y con el se consiguió remontar un 0-2 en contra que el minuto 24 parecía el pico más alto del mundo… y se consiguió escalar. El 2-2 deja aspectos positivos, pero también alerta de que un equipo como el checo logró batir a Barbosa en dos ocasiones en su propio estadio. Y las cosas no suceden por casualidad. Esa continúa siendo la gran preocupación de Calleja.

El madruileño vivió durante 25 minutos su momento más delicado como entrenador del Villarreal. En ese periodo de tiempo los amarillos perdían por 0-2. El marcador indicaba naufragio del Submarino y, sin embargo, las sensaciones eran distintas. No es que el fútbol de los groguets fuera de época ante los checos, pero sí que se habían erigido en controladores del partido, obligando al Slavia a encerrarse atrás.

Y tampoco es que Calleja alineara un once descabezado de inteligencia o calidad. Sí es cierto que ordenó hasta seis cambios respecto al que venció en Girona, pero mantuvo el armazón y en él se incluyeron futbolistas con rol de titulares. Entraron jugadores como Bonera, Rukavina, Ramiro Guerra, Soriano, Bacca o Enes Ünal. Y el comienzo fue bueno, con el tradicional rombo mágico ofreciendo movilidad y toque rápido de pelota, utilizando las bandas.

El Slavia cerró bien espacios y se dejó dominar, con la idea de buscar los huecos que en defensa se olvidan en el repliegue cuando los centrocampistas amarillos se quedan descolgados tras las pérdidas de balón. El conjunto checo estaba cómodo atrás, agazapado en busca de su bola de la suerte. Y le llegó a Necid en un balón que le llegó en el área casi caído del cielo para que conectara un remate fácil que sorprendió a Barbosa. El 0-1 fue casi como un accidente, una casualidad, y nadie se lo tomó en serio. Solo habían pasado 18 minutos y quedaba un mundo. Además, el Slavia no había ofrecido muestras ni atisbos de poder complicarle la vida al Submarino.

El Villarreal continuó a lo suyo. Pero su pecado fue sentirse superior —que lo era— y caer en cierta relajación en las acciones defensivas. Se descosió un tanto, se separaron sus líneas y se dejaron huecos y espacios que un equipo de nivel no puede permitirse. Y entonces la alarma se encendió. Danny se encontró totalmente solo con un balón en el área y no tuvo más remedio que marcar el 0-2. Casi sin quererlo, casi sin que unos contrajeran deméritos —Villarreal— y los otros méritos —Slavia— el partido se había colocado decantado para el lado checo y dejaba al Submarino, otra vez, con el agua al cuello no solo para liderar el grupo, también para la clasificación a dieciseisavos.

DOS MINUTOS MÁGICOS

Pero el Villarreal, pese al resultado, no se descompuso. Otra cuestión es que siguieran presentando deficiencias en el repliegue sin balón. Los minutos pasaban y era casi obligado marcar un gol antes del descanso para mantener las opciones. Y no cayó uno… fueron dos. El 1-2, una delicatessen de Fornals y Manu Trigueros. El talaverano, acostumbrado al rol de habilitar espacios libres con su inteligencia en el pase, quiso probar lo que se siente desmarcándose y sacó petróleo de un obra de arte del castellonense, quien sacó esa varita mágica que tiene pegada a sus botas con una asistencia espectacular. El Villarreal se metía en el partido. Pero dos minutos después, otro golazo del colombiano Bacca, con tiro ajustado al poste, convertía en más real lo que estaba sucediendo y quedaba toda la segunda parte.

Calleja sustituyó a Soriano por Cheryshev, posiblemente para evitar la expulsión del italiano y también para modificar el dibujo a un 4-4-2 y darle más vivacidad y profundidad al juego del Villarreal.

El partido recuperó la dictadura del balón en manos del Submarino. Fornals tuvo una doble ocasión al poco de empezar, mientras que Enes Ünal falló en boca de gol un centro de Costa. Había que ir a por todas y Bakambu sustituyó al turco, demasiado tierno todavía para jugar en este Villarreal. Las embestidas eran constantes y los checos jugaban ya a remolque. Era cuestión de paciencia. Esa virtud que tan buena resultó en la primera parte, se fue perdiendo con el paso de los minutos para ir cayendo en la precipitación, que siempre acompaña a la imprecisión. De esa forma, el Slavia lo tuvo mucho más fácil para defender. Al Villarreal le faltó temple, pero también poner en valor su mayor talento y calidad individual. Para los checos el punto poseía un valor tremendo, de mucho más poso en lo moral que lo que significaba para la clasificación del grupo. Y lo celebraron al final como si fuera un triunfo.

La imagen del Villarreal fue buena, pero anoche se recibió un toque de atención, porque este equipo no se puede permitir esos lapsus defensivos. El fútbol es ataque y defensa; y en lo segundo no se estuvo a la altura, aunque remontar un 0-2 en contra tampoco está al alcance de todos.