Tal y como está la Liga, el punto de ayer en el campo de un recién ascendido como es el Leganés, puede parecer bueno, aunque hasta hoy no se sabrá si los hombres de Fran Escribá lo rentabilizan en la clasificación o se caen de unas plazas europeas en las que el Villarreal se ha manejado desde el inicio de la temporada.

Lo que sí está claro es que, por lo menos lejos del Madrigal, algo se ha apagado en el juego del Submarino y nadie encuentra el interruptor para devolverle la electricidad a los amarillos. Los síntomas que empezaron a aparecer en Eibar, con la primera derrota en la Liga, y se confirmaron en San Mamés y en Zúrich se repitieron ayer en Butarque, donde, por lo menos, sí funcionó a un nivel aceptable el 50% del engranaje, el defensivo.

SIN PROFUNDIDAD // Creativamente, el Villarreal fue un equipo plano en Leganés. Si en el primer tramo de la Liga los de Escribá se caracterizaban por sacar un enorme rendimiento en sus llegadas, ahora la efectividad ha dejado de lado al equipo. Aunque para que la efectividad aparezca debe haber remate, una suerte que el Submarino rehuyó en Butarque.

Solo cuatro disparos a portería es un bagaje demasiado escaso para ganar en cualquier campo, incluso en el de un novato en la categoría y candidato a pelear hasta el final por la salvación en la máxima categoría.

El Villarreal, que ya hace partidos que no va sobrado de nada, regaló la primera parte en Butarque, donde Herrerín tuvo un comodísimo estreno en su nuevo equipo. Un dato. El primer balón que recogió con cierta exigencia el nuevo portero del Leganés le llegó en el minuto 40, en un intento desde fuera del área de Roberto Soriano. Antes, como ya empieza a ser peligrosamente habitual, Sergio Asenjo sostuvo a un Submarino que sin tener enfrente a un rival demasiado fino vio más cerca el 1-0 que el 0-1. Los reflejos del palentino funcionaron, primero, para tapar un remate a bocajarro de Mantovani tras una indecisión de la zaga amarilla (m. 13). Cerca de la media hora, Asenjo tuvo que echarse a la desesperada a los pies de Luciano para evitar el primer gol.

FALTÓ EL CAPITÁN // Sin Bruno al lado, Manu Trigueros no apareció apenas para desequilibrar en zonas cercanas al área local, mientras que ni Samu Castillejo -para colmo abandonó el terreno de juego lesionado en el tramo final del encuentro—, ni Soriano podían romper la línea de cinco atrás planteada por Asier Garitano, entre la que se movían Pato y Sansone sin oler el cuero.

Solo en el inicio de la segunda parte hubo un atisbo de cambio de cara del Villarreal. Samu Castillejo enfiló la directa para obligar a estirarse a Herrerín. Pero solo fue un espejismo. Cierto es que los de Escribá ya apenas se vieron exigidos por un Leganés que en su lucha por la supervivencia en Primera no veía con malos ojos sumar un punto ante un rival de arriba, pero la posesión del Submarino fue estéril, en zonas sin trascendencia, allá donde a Escribá no le importa cederla.

El preparador amarillo esperó a los últimos 20 minutos para intentar dar otro aire ofensivo, ya viendo completamente controlado el partido en la contención, con un Leganés poco dispuesto a asumir riesgos. Bakambu cogió la plaza de un desaparecido Pato en el ataque, mientras que Jonathan, esta vez desplazado a la banda izquierda, intentó mejorar la intrascendente participación de Roberto Soriano.

EMPATE INEVITABLE // Pero ya era difícil cambiar el guión de un encuentro que pasará sin pena ni gloria por las estadísticas. En el último cuarto de hora solo algún error de bulto parecía que podía variar el 0-0 que hizo justicia a los méritos de unos y otros.

El Submarino no acaba de reencontrar las buenas sensaciones justo cuando más falta le hace, a cuatro días de tener que jugarse la vida en Europa ante el Steaua. El pequeño cortocircuito de ayer en Leganés se podrá reparar en el próximo partido en el Madrigal, ante el Atlético. Una posible pájara el jueves ya podría tener consecuencias irreversibles.