El Osasuna le comió la moral al Villarreal. El otro fútbol de los rojillos desactivó totalmente el talento de los Cazorla, Gerard, Ekambi, Chukwueze... El equipo de Calleja mostró dos caras muy diferentes. Dominante y jerárquica en la primera parte, marcando el ritmo y domando la fiereza de su rival. Y una segunda en la que se vio superado por el carácter racial de los navarros (2-1).

La pesadilla de los amarillos se llamó en el Sadar Chimy Ávila, un delantero de solo 168 centímetros de altura, pero con mil toneladas de testiculina en su diminuto cuerpo, que se bastó él solo para levantar a su equipo y voltear un partido que se le puso cuesta arriba a Osasuna desde el minuto 4.

Los rojillos demostraron ante un Submarino que le supera en presupuesto y en calidad de forma rotunda, que la leyenda del estadio pamplonica no era una invención y ya suma 29 encuentros sin conocer la derrota.

Los amarillos se quedaron atascados en Pamplona y frenaron su proyección ascendente. Osasuna logró desquiciar al Submarino en una derrota que duele, y mucho, antes del parón de LaLiga.

Y el partido no pudo empezar mejor. El destino reserva en ocasiones casualidades curiosas y si existiera una Ley de Murphy en sentido inverso Pau Francisco podría contar que vivió en Pamplona uno de sus episodios.

El central de moda del fútbol español marcó su último gol como profesional en el Sadar con la camiseta del Málaga la pasada temporada. Y el defensa natural de Vila-real culminó ayer su semana fantástica con renovación y convocatoria de la selección española incluidas, marcando a los cuatro minutos.

Son aspectos individuales, importantes por supuesto, porque este Villarreal posee un potencial tan grande como las bombas atómicas que arrasaron Hiroshima y Nagasaki. Pamplona era como un examen de selectividad en el que un estudiante se juega el acceso a la Universidad. Osasuna es un equipo que responde a un perfil antitético al de los amarillos. El talento contra el espíritu indomable de un bloque rocoso como el de Jagoba Arrasate. Y Calleja se la jugó con un planteamiento valiente con Chukwueze en el once, asumiendo los riesgos de alinear un 1-4-4-2 con un jugador como el nigeriano que mira más hacia la portería del rival.

TEMPRANERO GOL // Todo se puso de cara a los cuatro minutos cuando Cazorla, el hombre de los cuatro pies, porque le pega igual con el exterior que con el interior, con la izquierda o con la derecha, y siempre cuesta saber si zurdo o diestro, le colocó un balón a Gerard Moreno en el punto de penalti, que el delantero amarillo remató impecablemente desviando Rubén y cayendo el balón a los pies de Pau, quien tocado por los hados manda a la red. Era un comienzo soñado.

El Villarreal controlaba el balón y apaciguaba la fiereza de Osasuna. Pau y Ekambi tuvieron cerca el 0-2 con el equipo navarro comiendo en sus manos. El tándem Pau-Albiol, posiblemente la pareja de centrales más en forma de Primera División, constituía un dique delante de Asenjo.

El Submarino disputó una primera parte mucho más cómoda de lo esperado, pero el 0-1 en el Sadar no es garantía de nada. Quedaba un mundo por delante.

CON EL PIE CAMBIADO // La segunda parte empezó con el pie cambiado y todo iba a ser diferente. Osasuna comenzaba a ser Osasuna. Presión agobiante y subiendo la intensidad hasta el límite, con un fútbol directo y con transiciones muy rápidas. Y a los 50 segundos un zambombazo similar al de Arthur en el Camp Nou, pero con Roncaglia como protagonista, sorprendió a Asenjo desde la frontal del área, y establecía las tablas (1-1).

El Sadar rugía e implantaba el estado de guerra. Las hostilidades incluían fútbol al límite y siempre buscando el contacto, presión asfixiante y un ritmo sofocante, con un Chimy Ávila que se convertía en el futbolista que incordia y te amarga la vida.

Los locales prescindían de tocar el balón más allá de lo justo para lanzarlo arriba. El Villarreal perdió el control y sentía el aliento de los rojillos en cada centímetro cuadrado del Sadar. En el fragor de la batalla, Chukwueze tuvo su gran ocasión pero el tiro no pudo con Rubén. El portero navarro estuvo muy seguro y salvó a su equipo en momentos clave.

Los groguets aguantaban el tipo y se mantenían fieles a su idea de sacar el balón con solvencia desde atrás. Incluso en ocasiones con excesiva insistencia.

El Osasuna apretó a la primera línea de creación de los amarillos y provocó dos errores graves de la defensa. El primero de Raúl Albiol, que dejó a Chimy Ávila solo contra Asenjo, pero el palentino estuvo soberbio hasta en dos ocasiones en la misma acción para salvar a su equipo.

El segundo, Rubén Peña, y esta vez el pequeño rojillo empalmó un balón que superó a Asenjo. Osasuna le daba la vuelta al partido a base de corazón, fe, garra y ese carácter guerrero que ha convertido el Sadar en un fortín.

Los de Calleja sufrían una pájara similar a la de una semana atrás ante el Betis, pero esta vez no tuvo el acierto arriba que exhibió ante los andaluces.

El técnico movió el banquillo pero en esta ocasión no encontró el revulsivo que buscaba. Osasuna manejaba perfectamente el otro fútbol, con reiteración de faltas e interrupciones constantes. Los de Arrasate defendían con uñas y dientes el 2-1, atrincherados en su campo.

El Villarreal mostraba indicios tímidos de reacción pero era demasiado tarde. Y ahora los navarros le ponían cloroformo al reloj, mientras las prisas de los amarillos desencadenaban en la precipitación. Un paso atrás de un equipo que no supo sobrevivir en un ecosistema adverso como es el Sadar. La derrota enfría el subidón de un Submarino pujante... hasta anoche.