Si un resultado no estuvo acorde con lo que ofrecieron Villarreal y Atlético en La Cerámica, no era otro que un 0-0. Un partido tan intenso, vibrante, emocionante y tan bien jugado merecía goles... y puede que hasta que los dos equipos sumaran los tres puntos. Ambos buscaron el triunfo a corazón abierto. Solo podía ganar uno pero, al final, no lo hizo ninguno, pese a que lucharon sin miedo por sumar de tres.

Y el punto no es bueno para ninguno, aunque el Villarreal salió reforzado psicológicamente del duelo y, a los puntos, fue mejor que el Atlético, que jugó también a un gran nivel en Vila-real. Esta vez los amarillos sí ofrecieron la versión que se esperaba de un plantel plagado de internacionales y con futbolistas con un talento descomunal. Sí, así no tardará en salir de la zona media baja de la clasificación.

Calleja encontró el camino otra vez, con una idea de fútbol concreta que no debe abandonar, recuperando a futbolistas que tienen que ser importantes como Chukwueze o Trigueros. El Submarino de anoche sí inspira confianza y credibilidad, a pesar de que sumara una semana más sin ganar. Es fútbol, pero con esa actitud, la moneda acabará cayendo cara mas veces que cruz.

Intenso, competitivo, canchero, agresivo, lúcido, aplicado… son adjetivos que se le pueden aplicar al Villarreal que se partió la cara ante el Atlético, incluso minimizado a un equipo con sangre guerrera como el de Simeone. Se puede ganar, empatar o perder, pero el compromiso siempre tiene que ser innegociable. Y, precisamente, de todas esas cualidades, y alguna más, había adolecido el Submarino en las últimas jornadas, entrando en una espiral de caída libre peligrosa.

PROGRESO SUSTANCIAL // La transformación fue radical, igual que la motivación. Al fútbol solo se puede jugar como lo hizo el equipo amarillo ante los rojiblancos. No existe otra forma ni otra garantía de lograr los objetivos que no sea esa. Y eso que la sensible baja de Cazorla, por segunda semana consecutiva, era como entrar al campo con el pie izquierdo, que diría un supersticioso acérrimo y convencido.

Se respiraba un Villarreal diferente y en nada parecido al conjunto acomodado, blando e inocente de las últimas derrotas. No solo en actitud, también en disposición y ubicación táctica, así como en matices de colocación sobre el terreno de juego de algún futbolista como Chukwueze, más adelantado y sin la responsabilidad, ni tampoco el riesgo para el equipo, de tener que defender. El nigeriano es un cañón encarando la meta rival, desequilibrando a la defensa, provocando a su marcador, improvisando sobre la marcha y mostrando su enorme talento, pero es anárquico defendiendo y todavía no sabe interpretar el fútbol colectivo para que los mecanismos defensivos se equilibren y funcionen como deben. ¿Solución? Sencilla: dejarle jugar libre y lo más cerca posible del área rival, sin ataduras ni responsabilidad de mirar hacia atrás --o minimizando esta al máximo--. Se beneficia el jugador y también el equipo. Calleja, después de varias jornadas, parece haberle encontrado el hueco.

En Mestalla ya se notó la presencia de Trigueros en el eje de la medular. El talaverano le da fútbol a un equipo que necesita neuronas, además de músculo, sobre todo cuando Cazorla no está. Zambo Anguissa, más escorado a la derecha, con Iborra por el centro y Moi en la izquierda, ofrecían una versión más equilibrada, ordenada y fiable.

Otra situación importante que alimentaba la teoría de que la lógica kantiana también tiene cabida en el fútbol, que es mucho más fácil de lo que a veces los técnicos lo convierten: Gerard Moreno jugó de Gerard Moreno, es decir, de delantero centro. El 7 del Villarreal empleó sus energías en trabajar desde arriba, pero siempre ubicado en boca de gol, zona donde su olfato rematador se alimenta mucho mejor.

La conclusión fue sencilla: el Submarino jugó como se espera de un equipo con futbolistas con experiencia y una calidad contrastada. Funcionó como un bloque en el sentido más estricto de la palabra. Y eso es más que un avance; una señal de buen funcionamiento. El Atlético también jugó con su maquinaria despidiendo humo como prueba de la exigencia. Exhibía gen cholista al cien por cien. Con todos esos ingredientes, el partido fue bonito e intenso, sin pausas, ni corsés y buscando la portería rival con convicción y argumentos.

Velocidad, precisión, fuerza, lucha y también calidad a dosis alícuotas. João Félix dispuso de las dos más clara del conjunto visitante: una al palo y la otra fuera, ambas con sello de gol. El Villarreal también dispuso de las suyas, con dos remates de Pau de cabeza y una media volea de Trigueros que refrendó que Oblack es uno de los guardametas top.

DE LA MANO // La afición amarilla conectó muy rápidamente con su equipo, arropándolo con mimo y cariño. A sus jugadores no se les podía pedir más que ese punto de suerte, acierto y hasta que el árbitro no les perjudicará demasiado. El balón se paseó por el área pequeña del Atlético, coqueteando con el gol y estrellándose en la maraña de futbolistas del Atlético. El descanso llegó con 0-0, pero con sensaciones extraordinarias.

El guion del segundo tiempo fue similar. Partido a tumba abierta, con ligera superioridad del Villarreal, aunque también con el peligro de que la moneda pudiera caer del lado contrario. El Submarino había mejorado en todas sus carencias, pero había logrado mantener la esencia de su ADN: fútbol de pie a pie, aunque con mas verticalidad y velocidad. Dos conceptos vitales.

El Villarreal peleó la propiedad de cada palmo de la Cerámica como si en cada pulso por el balón le fuera la vida. El esfuerzo físico fue brutal porque, además, se desarrolló con un rival que devolvía lo mismo en cada acción. Intercambio de golpes a pómulo descubierto, pero sin que el fútbol de talento pasase a segundo plano. Todo muy atractivo.

EL GRAN AUSENTE // En un espectáculo tan bonito solo faltaba lo que hace este deporte diferente y evalúa los méritos: el gol. La ecuación de la falta de los mismos tenía una fácil respuesta: los defensas estuvieron también a un nivel altísimo. Y era complicado, porque tanto Villarreal como Atlético se volcaron en la búsqueda del triunfo con una ambición absoluta. Hasta tal punto, que el resultado era como una moneda al aire que no acababa de caer, flotando de un lado para otro, como tejiendo en cada segundo una secuencia de guion de Hitchcock con un final incierto pero que transfería al partido un halo de espectacularidad mágica. Al final cayó de canto. Ni para el Villarreal ni para el Atlético. Un cero a cero que no reflejó para nada el partidazo que se vivió en la Cerámica. Con esa imagen, el Submarino no tardará en emerger. La mejoría, esta vez sí, fue sensible.