La ilusión no tiene precio. Es un valor intangible. Igual que el amor verdadero. Uno no siempre puede hacer lo que quiere, pero siempre debe querer lo que hace. Y yo observo que los 11.300 albinegros que se han sacado su abono, más los que aún no lo han hecho y los que no lo harán pero sienten el Castellón como suyo, son tremendamente felices con lo que tienen. El pesado de mi amigo José Luis lleva días enviándome ‘waps’ con todo lo que huele que está relacionado con el Castellón. ¡No para! ¡Ya no sé qué contestarle! “Este año no sufriremos por lo menos, no?” Yo ejerzo de psicólogo y le digo que no, aunque mi bola de cristal no suele funcionar muy bien. Pero es que a mí me pasaba lo mismo cuando era un estudiante de BUP en el Ribalta y acudía al gol norte de Castalia. El ritual era cogerse de la mano cuando saltaba el Castellón al campo. Nosotros creíamos que daba suerte. Solo recordábamos cuando nuestro fetiche funcionaba. Teníamos ilusión y eso es el mejor tesoro. En la época de fichajes, todos los que venían nos parecían rutilantes estrellas porque vestidos de albinegro parecían mejores. Éramos felices y nos conformábamos con poco. Después de tantas penurias, es una gozada ver que el Castellón sigue vivo y con una buena salud. Como decía, mi bola no suele funcionar, pero mi corazón y mi intuición pocas veces me fallan.

Con menos ruidos, sin fantasmadas rimbombantes, el Castellón ha confeccionado una plantilla para competir y pelear. La inversión ha sido la misma, pero mejor repartida en más jugadores. Montesinos ha asumido un riesgo, pero equilibrado, sin locuras. Todavía debe pagar los excesos de la temporada pasada y enjugar una deuda con Hacienda de 300.000 euros, pero después de lo pasado, uno llega a la conclusión de que el club tiene una salud de hierro, fortalecida con 11.300 vacunas de ilusión. Todavía queda mucho por hacer, porque el CD Castellón necesita una Ciudad Deportiva para que el fenomenal trabajo de cantera brille más. Es indispensable. Igual que continuar mejorando Castalia cara al Centenario, que todos soñamos sea en el fútbol profesional. Poco a poco. No tengo duda alguna de que el CD Castellón sigue siendo parte de nuestra ciudad, como el Fadrí, la Lledonera, la coca de tomata o el carajillo de l’esmorzar. Disfruten con su Castellón. Una temporada más se les pondrá la carne de gallina al escuchar el pam, pam orellut. ¿Y si fuera este año? Por ilusión que no sea. ¡Felices vacaciones!