En una cosa coincidió Lucas Vázquez con la mayoría de los aficionados blancos cuando expresó al final del partido contra el Leganés que dejaba al Madrid fuera de la Copa toda la rabia e indignación que sentía. «¡Qué puta vergüenza todo esto!», se pudo leer en sus labios mientras abandonaba el terreno de juego con los pitos de los miles de aficionados metidos en su cerebro.

Una pitada de más de dos minutos dirigida, esta vez sí, a Zinedine Zidane como principal destinatario por su inexcusable responsabilidad en el nuevo ridículo blanco en una temporada que puede pasar a la historia si no lo remedia la Champions.

No tuvo más remedio Zidane que admitir que un resultado negativo ante el PSG en febrero afectará a su continuidad y dejará en papel mojado su renovación hasta el 2020. Es un hecho la fractura que se ha producido en su relación con el presidente, Florentino Pérez, y con el director general, José Ángel Sánchez, agravada a raíz de la mala planificación de la temporada en cuestión de salidas —James, Morata, Pepe, Danilo, Mariano—, entradas —Ceballos, Llorente, Theo, Vallejo y Borja Mayoral, a los que tiene en contra al igual que Isco, Asensio y Lucas— y recientemente con el desencuentro a propósito del frustrado fichaje de Kepa.