El objetivo del partido consistía en alcanzar un puesto en la final a cuatro del penúltimo invento de los exprimidores del fútbol, esto que llaman la Liga de las Naciones como paréntesis alternativo a la Eurocopa y el Mundial. Como si hubiera posibilidades de aportar una pizca más de espectáculo al circo del balompié con un Croacia-España. En la prensa se coincidió en denominarlo la primera final de Luis Enrique. Nada más y nada menos. La cáscara de los futbolistas dieron un zumo escaso que se agrió para la Roja en el descuento con el gol de Jedvaj. En breve volverán la Liga y la Champions, Las competiciones auténticas, las que cuentan de verdad para todos ellos.

Los primeros 45 minutos resultaron tan anódinos que lo único que llamó la atención fue el cruce de banderas que destacaba en el pecho de los croatas, con una gama azul marino intensísimo que anulaba el mantel rojiblanco tradicional. Tan curioso como el análisis sobre cómo se entra en éxtasis, o no, mientras suenan los himnos. Los niños croatas, vestidos con el uniforme oficial de España, que acompañaban a los 22 futbolistas del inicio apretaban la mano derecha sobre el escudo de la Roja, mientras sus mayores cantaban, o así lo parecía, por Croacia, también con la mano sobre la tetilla izquierda. En el palco, la presidenta Kolinda Grabar-Kitarovi preservaba la camiseta mantel bajo el abrigo. Los de Luis Enrique ni siquiera intentaron el «lorolororó», agarrados por los hombros, encadenados, con la mirada al cielo oscuro de Zagreb, donde 90 minutos después vieron cómo deberán esperar a la última jornada para saber si se clasifican para la final a cuatro.

Poco fútbol

Escaso fútbol de la nueva España de Luis Enrique, afanada en borrar de la memoria la huella rusa de Lopetegui, y muy espesa la defensa de esta Croacia que luce en la tarjeta su actual condición de subcampeona del mundo. Lo resumía generosamente el directo de nuestra web: «Posesión muy lenta de España y contras eléctricas de los croatas por las bandas. Atrás, una parada para cada guardameta». Luego llegaron los goles con Ceballos repartiendo patadas como un croata más. Pudieron llegar a las manos Perisic y Busquets por un piscinazo. El 3-2 en el 93 sedó los ánimos surgidos por momentos.