Ruedan cabezas en Boeing. El gigante aeroespacial estadounidense cesó ayer a su consejero delegado, Dennis Muilenburg, tras cuatro años al frente de la compañía. Muilenberg llevaba varios meses en la cuerda floja por su incapacidad para detener la hemorragia que ha sumido a Boeing en la mayor crisis de su historia. «El consejo de administración decidió que era necesario un cambio de liderazgo para restaurar la confianza a medida que la compañía trabaja para reparar las relaciones con los reguladores, los clientes y el resto de partes interesadas», dijo la empresa en un comunicado. Muilenburg será reemplazado por el actual presidente de Boeing, David Calhoun, un antiguo directivo del fondo de capital privado Blackstone.

El cambio al frente de la compañía llega nueve meses después de que un Boeing 737 Max se estrellara en Etiopía en el segundo accidente mortal sufrido por sus aviones en cinco meses. A raíz de ambos siniestros, que se cobraron la vida de 346 personas, se prohibieron los vuelos de los 737 Max en todo el mundo a expensas de que se subsanen los problemas técnicos que los provocaron. Diversas investigaciones han apuntado al software que regula el control automatizado de las aeronaves, conocido como MCAS, como principal responsable de la debacle. Solo dos días después del accidente de Etiopía, Muilenburg llamó al presidente Donald Trump para defender la seguridad de los 737 Max, los aviones más vendidos de la compañía, pero su palabra ha ido quedando en entredicho con el paso de los meses.

Documentos internos de la compañía han revelado que varios de sus pilotos y empleados cuestionaron la seguridad del software durante su período de pruebas, advertencias que Boeing acabó ignorando y ocultando a reguladores y a pilotos. «Lo sentimos de corazón. Como padre y marido, lamento muchísimo sus pérdidas», dijo Muilenburg al testificar ante el Congreso. Los congresistas pidieron su dimisión y acusaron a la compañía de haber puesto los beneficios por encima de la seguridad de sus pasajeros. El demócrata Richard Blumenthal llegó a acusar a Boeing de haber estado fletando «ataúdes volantes por su decisión de ocultar los problemas del MCAS a los pilotos».

Muilenburg no es el primer directivo al que devora esta crisis, agravada la semana pasada con el anuncio que Boeing dejará de fabricar los 737 Max hasta que se resuelvan los problemas técnicos y los reguladores opten por levantar el veto. En octubre también fue despedido Kevin McCallister, responsable de la división de aviones comerciales de Boeing. La destitución de Muilenburg fue bien recibida por las Bolsas, donde las acciones de la compañía crecieron un 4%.

En sus hangares acumula ya cerca 400 aviones Max recién salidos de fábrica que esperan para ser entregados a sus clientes. Southwest y American Airlines han anunciado que, como mínimo, no reactivarán su flota de aviones Max hasta primavera.