Los empleados de la banca siguen pagando los excesos del sector ocho años después del hundimiento de Lehman Brothers y del estallido de la burbuja inmobiliaria en España. Y lo seguirán haciendo en los próximos años. Pese a no tener precedentes, el recorte de plantilla en que está inmerso el sistema está lejos de tocar fin, como prueba el último ajuste de hasta 3.000 puestos de trabajo anunciado esta semana por el Popular. La factura para el empleo bancario desde que estalló la crisis, así, se eleva ya por encima de los 83.000 trabajadores y los expertos estiman que sobrepasará los 90.000 en el futuro próximo.

Desde el máximo alcanzado en el 2008, el sector ha destruido 75.347 empleos, el 27% de los que había entonces, hasta cerrar con 202.954 el año 2015, último del que hay cifras oficiales. Desde entonces, varios bancos han anunciado o puesto en práctica ajustes extraordinarios: Santander (1.380), BBVA por Catalunya Caixa (1.557), Popular (entre 2.900 y 3.000), Liberbank (1.090) y Ceiss (850). Solo con ello ya se alcanza un recorte de 83.224 empleos, al que habría que sumarle la reducción ordinaria que se viene produciendo por empleados que se jubilan o cambian de empresa y no son sustituidos.

Los expertos advierten que el proceso de recorte va a continuar. Funcas, la fundación de las antiguas cajas de ahorro, calculaba la pasada primavera que el sector iba a recortar 14.688 empleos hasta el 2019. Descontados los 7.877 anunciados, restarían 6.811, con lo que el ajuste sobrepasaría ya los 90.000. Sin embargo, muchas fuentes en el sector admiten que la institución pudo quedarse corta y que la factura final podría sobrepasar los 100.000 puestos de trabajo.

DOS FACTORES

La actual oleada de ajustes de plantilla responde a dos razones. Una de ellas es coyuntural: el negocio bancario básico consiste en tomar depósitos de clientes a corto plazo a cambio de una remuneración y prestar ese dinero a largo cobrando un interés mayor: el beneficio es la diferencia entre esos tipos. Si los tipos son bajos o negativos como sucede ahora, el esquema se tambalea, porque los ingresos se hunden. La consecuencia es que la rentabildiad se ha desplomado (5,6% en el 2015) y no cubre el coste que supone tomar prestado capital del mercado (en torno al 10%), una situación que de mantenerse haría que las entidades fueran inviables.

Es por ello que el Banco de España y el Banco Central Europeo llevan más de un año urgiendo a las entidades a tomar medidas. Estas pasan básicamente por el recorte de costes (léase, empleos y oficinas), pues se entiende que con el actual escenario de tipos poco se puede hacer por mejorar los ingresos, más allá de aumentar el cobro de comisiones. Gonzalo Gortázar, consejero delegado de CaixaBank, lo reconocía este miércoles: "La reestructuración no se ha completado en el ajuste de la base de costes pese a que el sistema es un tercio del que era hace años".

FUSIONES Y DIGITALIZACIÓN

Esta necesidad de recortar gastos explica que se lleve tantos meses de una nueva ronda de fusiones para ahorrar mediante sinergias de costes. Una nuevas uniones que, además, podrían dar lugar a mayores recortes de oficinas y empleos que las producidas en los primeros años de la crisis. "Aunque en el pasado las fusiones con complementariedades resultaban atractivas, ahora lo que manda es la eficiencia y la rentabilidad de la fusión en plazos muy cortos", advirtió José María Roldán, presidente de la patronal bancaria AEB, el pasado abril.

La mala noticia para los empleados bancarios es que, más allá de este ajuste coyuntural, el sector se enfrenta a una transformación coyuntural que los expertos estiman que a la larga supondrá un recorte sustancial de empleos y oficias: la digitalización, que supone que los clientes cada vez acuden menos a las sucursales. El consejero delgado del BBVA, Carlos Torres Vela, apuntó hace unos meses que el banco podría operar a largo plazo con solo 1.000 de las 3.800 oficinas que tiene en España. La entidad se apresuró en aclarar que no tiene ningún plan en esa línea. Pero la tendencia está clara.