La firma de la fase primera del acuerdo comercial aliviará a un Gobierno que lidia con los incendios de Hong Kong y Taiwán y le permitirá profundizar en las reformas pendientes de su economía sin preocuparse de las embestidas externas de la primera potencia mundial.

Pero el clima dista de la euforia. Escasean las alusiones al acuerdo en la prensa, quizá para evitar que se desparrame el nacionalismo o que el pueblo lo interprete como una claudicación. Donald Trump lo calificaba en las vísperas de "histórico", "maravilloso" y los ditirambos habituales mientras los medios chinos exigían "calma" y criticaban las indiscretas filtraciones de la otra parte.

En China se asume que la hostilidad es la "nueva normalidad" en las relaciones bilaterales y que, antes o después, regresarán los aranceles. China está ganando tiempo para diversificar sus redes comerciales y reducir su dependencia de Estados Unidos, señala Anthony Saich, sinólogo de la Harvard Kennedy School.

Tampoco los expertos confían en que Trump esté cerca de resolver cuestiones que han atormentado a EEUU como las fuertes subvenciones públicas chinas. Pekín se ha comprometido a comprar bienes por valor de 200.000 millones de dólares en los próximos dos años.

Es una cifra epatante que Trump podrá airear ante su electorado y limará el desequilibrio de la balanza comercial, pero que no modificará el cuadro ni supondrá una cesión relevante para Pekín. China, de hecho, ya necesitaba un volumen de compras similar y ofreció a mediados de 2018 ese trato a Washington.

SANCIONES

La mayor concesión china son las sanciones contempladas por el incumplimiento, pero el mecanismo unilateral que exigía Washington ha terminado en una comisión mixta y el proceso de fiscalización es tan proceloso que se duda de su eficacia. Y a la espera de las resoluciones, China disfrutará de la retirada parcial de aranceles.

Washington pretendía cambios radicales en las prácticas comerciales chinas y Pekín demandaba el levantamiento de todos los aranceles. Desde esa perspectiva, certifica Saich, no hay ganadores absolutos. "Pero creo que beneficia más a China. No ha cedido en los asuntos sustanciales y se ha comprometido a hacer lo que pensaba hacer de cualquier forma. Es difícil ver qué ha sacado Estados Unidos del acuerdo, sobre todo si pensamos en los costes para su economía de la anterior guerra tarifaria", añade.

HUAWEI

El libreto negociador de Trump exige arrinconar al contrario hasta que firme lo que le pongan delante. Su estrategia de acoso y derribo a la economía china, sin embargo, ha sido estéril: las exportaciones globales han aumentado, no se conoce de ninguna gran compañía estadounidense que haya salido de China e incluso Huawei, el saco de todos sus golpes, registró un crecimiento anual del 29% y relevará pronto en el podio de fabricantes de móviles a Samsung. Son problemas estructurales como la elefantiásica deuda o la burbuja inmobiliaria los que castigan la economía china y no los embates estadounidenses.

La fase primera incluye un listado de los asuntos que han desesperado a los antecesores de Trump: piratería, transmisión tecnológica forzosa, devaluaciones cambiarias Será necesaria la perspectiva del tiempo para calibrar los avances pero se impone el escepticismo. China sólo hará lo que le conviene, y dado que no reconoce las prácticas injustas, no creo que vaya muy lejos.

Quizá sea más cuidadosa y discreta a la hora de pedir la transferencia tecnológica a cambio de entrar en su mercado. No acometerán cambios estructurales porque quieren dominar las nuevas tecnologías para escapar de la trampa de los ingresos medios y desbancar a Estados Unidos. Continuarán las relaciones entre empresas y gobierno, incluidas las subvenciones a las exportaciones, quizá ahora disfrazadas de alguna forma, sostiene Stanley Rosen, profesor de Ciencia Política en el Instituto Estados Unidos-China de la Universidad de South Carolina.

Ese es el nudo gordiano de la competitividad china. Algunos estudios comparan el conjunto de créditos oficiales blandos, inyecciones de capital, descuentos en el alquiler de terrenos y en facturas de la luz al presupuesto militar estadounidense.

Ambos gobiernos discutieron las subvenciones a la industria en las rondas preliminares y pergeñaron un acuerdo de 150 páginas. El redactado final, de 86 páginas, excluye el asunto y Washington espera abordarlo en fases posteriores. Se antoja quimérico que China renuncie a la fórmula que ha sacado a cientos de millones de personas de la pobreza y ha empujado a un país agrícola a la cúspide global.