Audi conocía la manipulación de sus vehículos diésel y aún así decidió seguir engañando a las autoridades. Es la conclusión de un informe judicial al que ha tenido acceso el semanario alemán Der Spiegel, la cúpula de la poderosa empresa automovilística alemana ocultó deliberadamente ese fraude masivo durante más de dos años después de que el caso se destapase en Estados Unidos.

La investigación encabezada por la fiscalía de Múnich señala directamente al expresidente de Audi, Rupert Stadler, y lo acusa de haber mantenido el silencio ante el escándalo y de no haber ordenado una investigación sistemática de los modelos de la compañía en Europa a pesar de que había indicios de ilegalidad.

El documento, de más de cien páginas, también concluye que en su engaño a la Autoridad Federal del Transporte el fabricante alemán no solo no informó de su conocimiento sobre el trucaje de sus vehículos diésel sino que además manipuló documentos y escondió los resultados de medición que destapaban su fraude.

Tras más de dos años de investigación, la fiscalía bávara apunta a que ese encubrimiento pudo deberse al miedo de los responsables de Audi a que el escándalo detuviese la producción de modelos diésel en el continente europeo. Antes de reconocer la manipulación de sus vehículos decidieron seguir adelante con una estafa que también afectó a sus accionistas y clientes.

El escándalo del dieselgate salió a la luz en septiembre de 2015 cuando las autoridades estadounidenses destaparon el fraude perpetrado por Volkswagen en el país durante seis años: habían manipulado cientos de miles de sus vehículos diésel con un software ilegal que falsificaba los resultados de los controles medioambientales, una estrategia que les permitía circular a pesar de no cumplir con la normativa. Tras la compañía de Martin Winterkorn, quien también conocía el engaño, cayeron otras grandes marcas automovilísticas como Daimler o la misma Audi.