Ya lo anunció su presidenta el año pasado, pero el consejo de gobierno del Banco Central Europeo (BCE) aprobó ayer oficialmente la primera «revisión» de su estrategia de política monetaria en 16 años. La actual nació en 1998, al mismo tiempo que la institución, si bien fue revisada en el 2003.

«La situación ha cambiado completamente» desde entonces, justificó Christine Lagarde, que previó cerrar un acuerdo en noviembre o, más probablemente, diciembre.

Los tratados europeos mandatan al banco central a velar porque haya estabilidad de precios en la zona euro. La clave es cómo se define dicha estabilidad. En 1998, la institución la fijó en que la inflación esté por debajo del 2%. Como era demasiado ambiguo, en el 2003 precisó que debía estar «por debajo, pero cerca» de ese nivel.

El debate que se suscita ahora es si dejar como objetivo solo el 2%, tal y como tienen otros bancos centrales como la Reserva Federal de Estados Unidos. Ello le daría más margen para tomar medidas, ya que los precios están actualmente lejos de esa meta (1,3% en diciembre), pero podría chocar con los bancos centrales nacionales más ortodoxos, como los de Alemania y Holanda.

El BCE tendrá en cuenta, de forma novedosa, otros aspectos como la estabilidad financiera, el empleo y la sostenibilidad medioambiental. También evaluará la «eficacia y los posibles efectos indirectos» de las medidas aplicadas en la pasada década; examinará la forma en que debería actualizarse el análisis económico y monetario mediante el que evalúa los riesgos para la estabilidad de precios; y revisará sus prácticas de comunicación.

Además, se mostró ligeramente más optimista sobre la situación económica que en sus últimas reuniones. Apuntó a una «cierta estabilización» del crecimiento, que habría dejado de caer, y a que los riesgos siguen a la baja pero de forma «menos pronunciada».