La economía china colecciona presuntas burbujas: la vivienda, la bolsa, el fútbol y ahora el ajo. Es un asunto serio porque la gastronomía nacional no se entiende sin el ajo, ubicuo en cualquiera de sus escuelas. Los chinos lo cocinan, se lo comen crudo o sumergen en vinagre macerado en él las icónicas empanadillas. Algunas prácticas son devastadoras en las distancias cortas. Entre las órdenes al gremio de taxistas en las vísperas de los Juegos Olímpicos de Pekín figuraban el aseo diario y la prohibición de comer ajo. También los chinos le presuponen más propiedades de las reales. Su precio se multiplicó por 40 en el 2009 por los rumores que aseguraban que protegía de la epidemia de gripe porcina.

La economía está alejada del esplendor pasado y el Gobierno tiene problemas para alcanzar el objetivo de la inflación. El ajo, sin embargo, cabalga sin bridas. Medio kilo vendido al por mayor cuesta hoy 7,24 yuanes (un euro), según la Comisión Nacional para el Desarrollo y la Reforma. Supone una subida anual del 90%. Las temperaturas inusualmente frías del pasado invierno han reducido la cosecha un 20% en Shandong, la provincia costera y mayor productora. Las reservas sufren los niveles más bajos en un lustro, según datos oficiales.

Pero la escalada de precios no se explica sólo por la hostilidad climática. La previsión de una cosecha escasa y precios más altos atrajo la especulación. Inversores millonarios han comprado ingentes cantidades de ajo y lo mantienen almacenado a la espera de que su valor alcance sus máximos.

Con el susto aún reciente del derrumbe bursátil del verano, las restricciones en el mercado inmobiliario y el mayor control a las salidas de capital al exterior, los especuladores han acudido al sector agrícola. El ajo es el caso más agravado, pero fenómenos parecidos de acaparamiento han afectado también a las patatas, las judías, las nueces o las hojas de té rojo.

Es previsible que el cuadro interno se deje sentir en todo el mundo ya que China concentra el 90% de las exportaciones totales de ajo. El volumen de ventas se redujo un 12% en los primeros siete meses del año y esas 895.000 toneladas son el mínimo en los últimos cuatro años. En Estados Unidos, que confía en China el 80% del ajo importado, los precios han subido ya un 60%. La apreciación del yen ha mitigado los efectos en Japón, que importa de China el 90% de su ajo. Los expertos señalan que Europa también deberá acomodarse a las condiciones chinas, que no cambiarán hasta que la nueva cosecha llegue a los mercados en junio.