E n medio de la pugna entre Estados Unidos y China por liderar el desarrollo del 5G a nivel mundial, comienza la guerra por esta tecnología en España. Tras el lanzamiento de Vodafone el año pasado; Telefónica, Orange y MásMóvil anunciaron por sorpresa la semana pasada el despliegue comercial de la nueva generación de telefonía móvil llamada a liderar la Cuarta Revolución Industrial. Las operadoras españolas inician, así, su particular batalla para capturar clientes; una carrera a la que sucederá la ansiada subasta de espectro en la banda de los 700 megahercios y el despliegue masivo de esta nueva tecnología.

A efectos de usuario el paso del 4G al 5G será un cambio similar al del 3G al 4G, pero esta vez la diferencia es mucho más amplia. Mayor velocidad de descarga, más dispositivos conectados al mismo tiempo y menos latencia –tiempo de respuesta desde que se da una orden a un dispositivo hasta que esta se ejecuta– son las principales características del 5G. «Si el 4G trajo la era de las redes sociales, el 5G se caracterizará por la comunicación en tiempo real», asegura el director del Observatorio 5G, Federico Ruiz.

Aunque, como apuntaba hace una semana la directora general de Telecomunicaciones y Ordenación de los Servicios de Comunicación Audiovisual, María Teresa Arcos Sánchez, durante el Congreso DigitalES, el mayor impacto se producirá «en las actividades económicas, no en las comunicaciones interpersonales». El 5G prevé potenciar las fabricas inteligentes, la cirugía con robots, el Internet de las Cosas o el coche autónomo. «La innovación del 5G con otras tecnologías habilitadoras va a facilitar la creación de una nueva plataforma para generar nuevos modelos de negocio», coincidía en el mismo foro el presidente de Nokia España, Ignacio Gallego. Además, ofrecerá otros beneficios no tan visibles como un menor consumo de las redes o la posibilidad de segmentar las redes para un solo usuario.

Este es el punto de partida, pero el gran cambio, que prevé velocidades cien veces superiores a las actuales, comenzará el año que viene cuando se ponga en marcha el denominado estándar 5G SA (Stand Alone o autónomo) y se realice la subasta de la banda de los 700 megahercios –la banda más baja y, por tanto, la que da una mayor cobertura y permite alcanzar los interiores de los edificios–. La puja estaba prevista para esta primavera, pero se ha aplazado por el coronavirus hasta el primer semestre de 2021. En la actualidad, las televisiones ocupan este espacio y tienen hasta finales de este mes para cambiar de frecuencia, en lo que se conoce como Segundo Dividendo Digital. Entonces, llegará una segunda batalla para las compañías, la de la lucha por el espectro.

Con las licencias de la banda de 700 ya adjudicadas, las telecos podrán desplegar nuevas antenas para cubrir progresivamente más territorio, además de desarrollar las nuevas redes. Esto llevará a las compañías a tomar otra de las grandes decisiones a las que se enfrentan: la de Huawei, sí, o Huawei, no, en el núcleo de su red. Ericsson y Nokia son sus grandes competidores, pero la tecnología de ambos está, a priori, menos desarrollada. Fuentes de Telefónica apuntan que en su caso utilizarán varios proveedores.

Comienza, así, la carrera por liderar el desarrollo masivo del 5G que podría durar una década en implantarse y requerirá, en esta primera fase, una inversión cercana a los 5.000 millones de euros. H