El crédito al consumo funciona como un canario en las minas de la economía, pues refleja el clima y las expectativas de los ciudadanos. Siendo así, se puede ver el vaso medio lleno: lleva más de cinco años creciendo con fuerza y lo sigue haciendo en estos primeros meses del año. Pero también medio vacío: como en la propia economía, se han acentuado en el primer trimestre los síntomas de desaceleración que comenzaron a registrarse a mediados del pasado ejercicio.

Este tipo de préstamos constituye uno de los mejores indicadores de la renta disponible y la confianza en el futuro económico de los hogares. Las familias, así, tienden a no comprar o renovar sus bienes y servicios de consumo cuando no tienen recursos o cuando prevén que sus ingresos disminuirán o surgirán otras necesidades más acuciantes. En plena gran recesión, estos créditos cayeron desde el máximo de 86.373 millones de euros de junio del 2008 hasta los 43.158 millones de diciembre del 2013, con un retroceso del 50%.

Con la recuperación, han vuelto a crecer hasta cerrar el año pasado en un nuevo máximo histórico que supera el nivel precrisis: 88.677 millones, el 105% más que el mínimo registrado.

RITMO MODERADO / Sin embargo, el ritmo de expansión de su saldo se ha ido moderando desde el 14,5% del 2017 hasta el 13,9% de mediados del año pasado y al 11,8% del cierre de diciembre frente al nivel de 12 meses antes. Algunos expertos estiman que el crecimient o en el 2019 podría rondar el 7%. Las nuevas operaciones apuntan en esa dirección: comenzaron el año creciendo el 14% en enero y en marzo se moderaron al 8,4%.

El freno en la concesión también responde a que las entidades (tanto los bancos como los establecimientos financieros de crédito) han hecho caso de los supervisores. El Banco de España, en mayo del año pasado, y la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional), en julio, alertaron de que iban a estrechar la vigilancia sobre estos préstamos para evitar que el sector financiero asumiera un riesgo excesivo en los mismos en busca de rentabilidad (el tipo medio de las nuevas operaciones ha bajado, pero sigue en un elevado 8,56%). La morosidad está en el 4,7%, pero es previsible que suba ya que suele hacerlo con un cierto desfase.

La última encuesta de préstamos bancarios del supervisor, publicada hace escasas semanas, apuntaba que entre enero y marzo se produjo el segundo endurecimiento trimestral consecutivo en los criterios para conceder créditos al consumo. También se registró la primera caída desde finales del 2016 en la demanda por parte de las familias.

El Banco de España lo achacó entonces al empeoramiento de las perspectivas económicas, pero en el sector financiero se reconoce que también han pesado en estas decisiones sus advertencias.