No han firmado la paz, pero sí algo parecido a una tregua con desmovilización parcial de tropas incluida. Después de 19 meses de fuego cruzado, EEUU y China anunciaron un primer acuerdo para frenar la guerra comercial que atenaza la economía mundial.

La entente, confirmada por las dos capitales, dará pie a una reducción paulatina de los aranceles y el aumento de las importaciones chinas de productos agrícolas estadounidenses. Wall Street reaccionó ya el jueves con euforia, antes que sus pulsiones se moderaran a medida que iba digiriendo el acuerdo. Este primer compromiso deja fuera algunos de los asuntos más espinosos, como los subsidios públicos a las empresas chinas.

La Casa Blanca celebró el acuerdo como una gran victoria, que permitirá a su presidente aliviar las penalidades del campo estadounidense, el que más ha sufrido el impacto de la guerra comercial. «Es un acuerdo fenomenal», dijo Donald Trump. «Los granjeros van a tener que salir a comprarse tractores mucho más grandes». China se ha comprometido a aumentar «sustancialmente» la compra de bienes agrícolas estadounidenses, que el año pasado ascendió a 9.200 millones de dólares, muy lejos del pico de 26.000 millones alcanzado en el 2012. A cambio, EEUU ha cancelado la nueva ronda de aranceles que debían entrar el vigor el domingo y reducirá del 15% al 7,5% los gravámenes aduaneros que impuso en septiembre a productos chinos por valor de 120.000 millones de dólares. Esos cambios suponen un espaldarazo a la campaña navideña, ya que el último paquete incluía desde los iPhones a los ordenadores.

Pero Trump también ha confirmado que grueso de los aranceles se mantendrá para asegurar que Pekín cumple con sus compromisos y dar fuerza a los negociadores estadounidenses en la segunda fase de la negociación. Eso significa que 250.000 millones en importaciones chinas seguirán soportando un impuesto del 25%. El acuerdo también incluye algunos de los aspectos más complejos de la disputa, como la protección de la propiedad intelectual estadounidense o una mayor transparencia respecto a las fluctuaciones del yuan, aunque al no haberse hecho público el documento hay dudas sobre sus términos y su implementación.

Pekín confirmó el ansiado acuerdo casi a medianoche en el país. No hay precedentes de ruedas de prensa nocturnas en un gremio político con una acentuada mentalidad funcionarial pero las informaciones en la prensa estadounidense y los tuits de Trump demandaron la versión china. El viceministro de Comercio, Wang Shouwen, apuntó a las líneas maestras y escamoteó detalles. «Ayudará a expandir la cooperación económica entre la dos naciones y solucionará las disputas comerciales», avanzó.

No concretó la suma de las prometidas importaciones a «gran escala» que han monopolizado las discusiones en las últimas semanas. Los estados agrícolas, un nido de votos de Trump, han padecido los embates de la guerra comercial.

Será necesario tiempo para conocer en qué se concretan los límites a la trasferencia tecnológica. China impuso desde la apertura la obligación de que las empresas extranjeras se aliaran con chinas en muchos sectores. La oferta, que abría un mercado de 1.400 millones de habitantes a cambio de compartir los conocimientos, fue aceptada por la mayoría. Pero la práctica ha sido denunciada como abusiva.