Una de las lecciones de esta crisis es que España necesita «capacidad de autoabastecimiento e industria propia», reconocía esta semana el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. La falta de material para hacer frente al coronavirus ha dejado patente uno de los puntos débiles de la economía: la deslocalización industrial. España le ha visto las orejas al lobo con el covid-19 y tanto Ejecutivo como empresas se ponen las pilas para asegurar una mayor base industrial.

En España solo hay dos fabricantes de mascarillas sanitarias, la vasca Sibol y la jienense Diseños NT; una decena de productores de test, con una producción corta, y dos empresas de respiradores, la madrileña Hersill y la valenciana Temel. Tampoco abundan las compañías de material de protección individual.

No hay producción propia, pero tampoco hay grandes multinacionales que fabriquen aquí porque «no ha habido una identificación de las administraciones de que este es un sector estratégico para el país», según explica la secretaria general de la Federación Española de Empresas de Tecnología Sanitaria (Fenin), Margarita Alfonsel. En sus dos décadas al frente de la asociación, Alfonsel ha visto como se desdibujaba la presencia de la industria de material sanitario. «La dilación en los plazos de pago de las administraciones públicas también ha hecho que muchas empresas se fueran», añade.

ESTRATEGIAS DE SEGURIDAD // Y eso que la posibilidad de la llegada de un virus no se puede decir que sea una sorpresa. Aparte de las elucubraciones de Bill Gates, durante años se han elaborado estrategias de seguridad en España, en Europa y en el seno de la OTAN que introducían la posibilidad de virus y bacterias, según el director de Asuntos Globales de Deusto Business School y diputado del PSOE por Navarra entre los años 2004 y 2013, Juan Moscoso del Prado. «Pero nunca se actuó en ese sentido», agrega. Mientras los países hicieron acopio de reservas energéticas, como la del petróleo en Estados Unidos, o militares, a pesar de que apenas se libran grandes batallas, nunca se actuó ante la hipótesis de que pudiera haber una guerra sanitaria.

RESERVA CLAVE / Con el coronavirus encima, el Gobierno quiere relocalizar parte de esa industria esencial para autoabastecerse en el futuro. El Ministerio de Industria, Comercio y Turismo está ejecutando una estrategia a partir de un análisis de la demanda, para conocer cuáles son las necesidades «a corto, medio y largo plazo», y un estudio de la oferta, para saber qué empresas tendrían capacidad de producir.

Una de los mejores ejemplos es la Corporación Mondragón, empresa española que ha creado una nueva línea de producción de mascarillas en España. El facilitador ha sido una compra pública de 10 millones de mascarillas al mes durante seis meses. Previsiblemente, no será la única. Sobre la mesa de la ministra Reyes Maroto y del secretario general de Industria y Pyme, Raúl Blanco, hay otros proyectos similares «en evaluación» para ver si son factibles «a medio plazo».

La compra de material es una de las medidas con las que trabaja el Ejecutivo para impulsar la fabricación nacional, pero también mecanismos de financiación para convencer a las empresas de adaptar su producción a través de créditos blandos o de programas de reindustrialización. No se han planteado bonificaciones fiscales, en parte porque hay unos presupuestos prorrogados, dicen.

Pero el problema excede el ámbito sanitario. CCOO y UGT han pedido un cambio de modelo productivo al presidente del Gobierno. Una apuesta por nuevas capacidades, como una fábrica de baterías eléctricas para mantener el liderazgo de la automoción o el dominio de las nuevas tecnologías ante la inminente llegada de la tecnología 5G.

Tras la segunda guerra mundial, la capacidad industrial sacó adelante a Europa. A esta crisis España llega con una industria en el 16% del PIB, lejos del objetivo del 20% para el 2020 de la Comisión Europea de Juncker, tras una deslocalización empresarial extensible a toda la UE.