Responsabilidad limitada. Miguel Ángel Fernández Ordóñez minimizó ayer su papel en la debacle de Bankia y repartió culpas entre la crisis, los gestores y el exministro de Economía Luis de Guindos. El exgobernador del Banco de España defendió que su papel se limitó a hacer «dos cositas»: obligar a José Luis Olivas, presidente de Bancaja, a reunirse con Rodrigo Rato, su homólogo de Caja Madrid, para facilitar su unión, y dar varias aprobaciones en la comisión ejecutiva del organismo público, pero siempre a propuesta de los responsables de la supervisión, cuyos informes «ojeaba».

«Tengo una responsabilidad enorme, porque sin la comisión ejecutiva esto no se hace y yo soy el 25% de ella, pero aspectos técnicos concretos no sé, algunos ni los entiendo. Lo que entiendo es la filosofía», argumentó durante su interrogatorio como testigo en el juicio del caso Bankia que se celebra en la Audiencia Nacional. «La supervisión funciona muy bien», añadió para dejar claro que no estaba echando la culpa a los inspectores.

El exalto cargo de varios gobiernos socialistas quiso desmarcarse de las acusaciones de Rato, que lleva años alegando que la mayoría de las decisiones que tomó fueron inspiradas o directamente impuestas por el Banco de España y su máximo responsable. Así, aseguró que la «razonable» decisión de salir a bolsa fue de la entidad, en contra de lo afirmado por el exministro. «La supervisión no significa lo que dicen muchos gestores de ‘yo hacía lo que me decía el Banco de España’. Ellos dicen lo que hacen y el Banco de España les dice si le parece bien o no, si están cumpliendo o no la ley», sostuvo.

REBAJA POSITIVA / El exgobernador, en esta línea, defendió la controvertida rebaja del 65% en el valor de las acciones que tuvo que aceptar Bankia para salir a bolsa y que según los peritos provocó la caída del banco y su matriz, BFA. Ese recorte, argumentó, fue «bueno» para los contribuyentes, porque al facilitar la operación permitía no tener que aportar más ayudas, y para los inversores privados, ya que les salía más barato entrar en la entidad. El efecto en BFA, añadió, no le «interesó fundamentalmente», ya que era un «tema que debía preocupar a las cajas y fundaciones» que eran propietarias de la matriz.

Fernández Ordóñez llegó a estar imputado en la fase de instrucción unos meses por cuatro correos de José Antonio Casaus, inspector jefe de su organismo en el banco, en los que advirtió a sus superiores que la entidad no tenía futuro y podía acabar nacionalizada. El testigo insistió una vez más en que nunca los conoció y en que, aunque acertase en las consecuencias, su subordinado se equivocó en las causas.

El exgobernador defendió la actuación de su organismo porque a «los inspectores les parecía que Bankia era viable» y argumentó que la caída de la entidad no se debió a la salida a bolsa, sino al «hundimiento monstruoso» que provocó la recaída de la economía en el 2012, que «nadie» supo prever y que le llevó a estar «convencido» de que España iba a salir del euro, además de otros factores de «mala gestión» de la entidad. «Si no hubiéramos tenido la segunda recesión, los bancos hubieran podido devolver las ayudas», sostuvo. También mantuvo que el problema que suponía Bankia «ha acabado al final bien».

PULLA AL MINISTRO / Fernández Ordóñez, eso sí, también aprovechó la ocasión para volver a lanzar una pulla al exministro De Guindos, quien de forma «muy desagradable» asumió directamente la gestión del problema de Bankia en abril del 2012 y forzó la dimisión de Rato sin informar al supervisor.

«Al Banco de España no le gustó lo que hizo el ministro pero lo conté mucho después. Hubiera sido muy malo para los mercados (hacerlo cuando sucedió): la credibilidad de los ministros de economía es muy inferior a la de los bancos centrales», aseveró antes de afirmar que la gestión desde el ministerio de Economía «creó una desconfianza en los mercados importantes y luego hubo que poner más dinero (22.424 millones); una solución a lo Banco de España, suave y sin forzar, hubiera sido mejor».

Fernández Ordóñez mantuvo que fueron las propias siete cajas que formaron Bankia las que decidieron fusionarse porque se sentían «cómodas» uniéndose con entidades de su misma naturaleza. Ha admitido, no obstante, que el Banco de España les dijo que «no podían seguir solas».

Rodrigo Rato, sostuvo, trató de unirse solo a cinco cajas pequeñas pero el supervisor se negó porque la ley le obligaba a ganar más tamaño para poder acceder a ayudas.

La que quedaba era Bancaja, pero su presidente se resistía y se negaba a cogerle el teléfono al de Caja Madrid. Fue por ello, explicó, que el subgobernador, Javier Aríztegui, organizó un encuentro entre Olivas y Rato en el Banco de España. «La integración es una forma normal de resolver crisis», defendió.