Del acento francés al acento eslavo, de las grandes economías industrializadas a la periferia del mundo en desarrollo. El Fondo Monetario Internacional (FMI) abrió ayer una nueva etapa en sus siete décadas de historia con el estreno de Kristalina Georgieva al mando de sus destinos en sustitución de la francesa Christine Lagarde. Economista búlgara de 66 años, curtida en la alta jerarquía de la Comisión Europea, el Banco Mundial y ahora el FMI, Georgieva arranca su mandato en un momento muy delicado para la economía mundial, llamada a registrar este año su peor nivel de crecimiento de la última década. «Prevemos que el 90% del mundo crezca menos en el 2019. La economía mundial se encuentra en una fase de desaceleración sincronizada», dijo la búlgara durante su primer discurso en Washington.

Georgieva ilustró el cambio de ciclo experimentado en los dos últimos años, en los que se ha pasado de un crecimiento generalizado a un frenazo que afecta al grueso de las economías mundiales. Una situación que atribuyó «en gran medida» a las tensiones comerciales desatadas por las guerras arancelarias de Donald Trump, que «han debilitado sustancialmente la actividad industrial y la inversión mundial». A ello hay que sumar las dudas que está generando la creciente desconfianza en el multilateralismo, derivada del auge imparable del nacionalismo. «La incertidumbre, impulsada por el comercio, pero también del brexit y las tensiones geopolíticas, están conteniendo el potencial económico», afirmó.

Su aterrizaje marca un antes y un después en el rumbo del prestamista mundial de último recurso, un organismo que nunca había tenido al mando a una persona de un país en desarrollo, crecida bajo el Telón de Acero y educada inicialmente bajo la doctrina marxista.

ESCALAFONES DEL PODER / Georgieva no se adentró en los rudimentos del capitalismo hasta que cumplió los 34 años, cuando recaló en Londres para estudiar en la London School of Economics, el inicio de una fulgurante carrera que la llevó hasta los escalafones más altos del poder europeo e internacional tras pasar también por el MIT de Boston.

La semana que viene tendrá su primera prueba de fuego en la Asamblea Anual del FMI en Washington, donde se confirmará la desaceleración ya adelantada por la OCDE y el Banco Mundial. Si no se apaciguan antes los múltiples frentes de la guerra comercial, la economía mundial perderá unos 700.000 millones de dólares en 2020, el equivalente al 0,8% del PIB global, según los cálculos del Fondo. «Todo el mundo pierde en una guerra comercial», dijo Georgieva que, no obstante, llamó a resolver las «preocupaciones legítimas» que envuelven al comercio internacional, desde los subsidios al robo de la propiedad intelectual.

inquietud de los inversores / La atonía generalizada está yendo acompañada de un aumento de los riesgos financieros por el elevado endeudamiento y la búsqueda desesperada de rendimientos por los inversores ante los bajos intereses de los vehículos de inversión tradicionales. De producirse una nueva recaída, 19 billones de dólares en deuda empresarial quedarían en riesgo de suspensión de pagos, cerca del 40% del total de la deuda en los ocho países más ricos, cota superior a la crisis del 2008.

De ahí que Georgieva pidiera a los países con margen de maniobra que tiren de políticas fiscales para estimular el crecimiento, mientras el resto se sanea para afrontar con alguna garantía la posibilidad de una nueva recaída. Una misión en la que «deben proteger la educación, la sanidad y el empleo» dijo para ponerle rostro humano a su gestión. «Si la economía global se ralentiza más abruptamente de lo esperado, posiblemente necesitaremos una respuesta fiscal coordinada», dijo Georgieva.

Pero no todo fueron malas noticias. Georgieva celebró que cerca de cuarenta mercados emergentes y economías en desarrollo, incluyendo 19 en África subsahariana, «tendrán tasas de crecimiento del PIB real superiores al 5 %». «Representan una parte relativa de la economía global», recordó. Más allá de las cuestiones puramente económicas, Georgieva usó varios minutos de su discurso para destacar la importancia de tomar acción frente a la crisis climática.