La economía española sigue perdiendo su estatus de alumna aventajada en la zona euro para acercarse progresivamente a la mediocridad generalizada que impera en el continente. El Fondo Monetario Internacional ha confirmado este martes la desaceleración española al rebajar una décima sus previsiones de crecimiento para los dos próximos años. En 2019 quedaría en el 2.2% del PIB, el peor registro desde 2015, aunque todavía un punto por encima de la media de la eurozona, mientras en 2020 quedaría en el 1.8%. El recorte del FMI es más suave que el vaticinado en septiembre por el Banco de España, pero sirve para ilustrar las dificultades de la economía nacional para nadar a contracorriente en pleno frenazo de la actividad global. La economía mundial crecerá este año al peor ritmo desde la crisis financiera del 2008.

Si hay una buena noticia en el informe del FMI presentado esta mañana en Washington, donde el organismo internacional celebra esta semana su Asamblea Anual, es precisamente la falta de noticias sobre la inminente recesión con la que se especula desde hace algún tiempo. Ni está ni se la espera, aunque los riesgos siguen acentuándose con la desaceleración sincronizada del 90% de las economías del planeta, lo que se traduce en un crecimiento global del 3% para este año, tres décimas menos del previsto en abril. La debilidad del crecimiento está impulsada por la acentuada caída en la actividad industrial y el comercio global, con aranceles más altos y una prolongada incertidumbre en la política comercial que está dañando la inversión y la demanda para los bienes de capital, ha dicho la economista jefe del FMI, Gita Gopinath.

Sus economistas calculan que la guerra comercial entre Estados Unidos y China se comerá un 0.8% del PIB global en 2020 si ambos países no alcanzan antes un acuerdo para solucionar sus diferencias. Por el momento ha conseguido que los intercambios comerciales globales caigan hasta su cifra más baja desde el 2012. A la incertidumbre creada por el agresivo proteccionismo de la Casa Blanca, hay que añadir las dificultades por las que atraviesa la industria del automóvil, que vio el año pasado como caían sus ventas globales un 3%. Tanto en la eurozona como en China le está costando adaptarse a los nuevos estándares para las emisiones.

Sumados todos esos factores, el dibujo subyacente es un crecimiento anémico en las grandes economías industrializadas, casi todas ellas con recortes en sus previsiones. EE UU sale mejor parada que sus pares, con unas expectativas para este año del 2.4% y del 2.1% en 2020. La media de la zona euro se queda en el 1.2%, arrastrada por el pobre desempeño de Italia, que bordea la recesión con una previsión de crecimiento del 0%; Alemania, del 0.5%; y de Francia, en el 1.2%. En los mismos números está el Reino Unido, incapaz de pactar una salida ordenada de la Unión Europea, mientras Japón no llega siquiera al 1%. La economía china también sigue perdiendo fuelle y se espera que acabe 2019 con un crecimiento del 6.1%, el más bajo de los últimos años.

En general, las débiles exportaciones han lastrado la actividad en la zona euro desde principios del 2018, mientras la demanda doméstica se mantenía firme, asegura el informe del Fondo, que pide a los países europeos con margen de maniobra que utilicen la política fiscal para estimular la actividad. Para los más endeudados, como España o Italia, les recomienda que sigan reduciendo sus niveles de deuda para hacer frente a una eventual recaída. El paro, mientras tanto, seguirá bajando gradualmente en la península. Del 15.3% en 2018 pasará al 13.9% en 2019 y al 13.1% en 2020, según las previsiones del FMI.

En el horizonte, los riesgos de un parón todavía más brusco han aumentado. Un incremento de las tensiones comerciales y geopolíticas, incluidos los riesgos asociados al Brexit, podría perturbar todavía más la actividad económica y descarrilar la frágil recuperación en curso en las economías emergentes y la zona euro, afirma Gopinath. Para relanzar el vuelo, la economista jefe del FMI ha reclamado una tregua comercial y más multilateralismo, el bien más escaso en estos tiempos de nacionalismo desatado.