Cuando de salvar el cuello se trata, no hay lealtad que valga. Eso parece demostrar el juicio de las tarjetas 'black' de Caja Madrid y Bankia, que esta semana ha enfilado su ecuador. Miguel Blesa y Rodrigo Rato, expresidentes y los más notables de los 65 acusados de apropiarse indebidamente de 12 millones de euros entre el 2003 y el 2012, están tratando de persuadir al tribunal de que estaban convencidos de que el uso de los plásticos era legal y de que, caso contrario, ninguno de sus subordinados les advirtió al respecto. Lo mismo que la inmensa mayoría de sus compañeros de banquillo. Pero el testimonio de varios de sus segundos en los días de vino, rosas y gastos desaforados han comprometido seriamente su versión de los hechos, dando munición al tribunal para una posible sentencia condenatoria.

El caso más evidente es el del exvicepresidente del Gobierno. Su consejero delegado, Francisco Verdú, no usó el plástico que le entregó. "Si no lo quiso utilizar, sus razones tendría. Pero era conocedor de este instrumento de liquidez (para supuestamente cobrar el sueldo pactado)", ha asegurado el político caído en desgracia. Unos días después, Verdú se sentó en la misma silla de la sala de vistas y contó una versión bien distinta: "Le dije: Rodrigo, no uses esta tarjeta. Como la uses para gastos personales, saldrás en los papeles".

El comportamiento de Verdú es encomiable, ya que fue uno de los cuatro altos cargos, sobre más de 80 (algunos no han sido acusados por haber prescrito el delito o haber fallecido), que se negó a usar la tarjeta. Pero no está exento de sombras, pues no lo denunció: dejó el plástico en un cajón y lo devolvió al departamento de recursos humanos, pero no hasta que Rato dimitió y fue sustituido por José Ignacio Goirigolzarri. "Yo creí que con ello quedaba cancelada esa mala práctica", se ha defendido.

CARGAR CON EL MUERTO

A Blesa le ha sucedido algo parecido. El exinspector de Hacienda amigo y colega de José María Aznar ha alegado que las tarjetas eran para uso personal desde la época de su antecesor,Jaime Terceiro. La mayoría de los consejeros de la entidad y Bankia con los que comparte banquillo han argumentado lo mismo y casi todos han mantenido que así se lo hizo saber otro de los acusados,el exsecretario del consejo Enrique de la Torre. Pero este no ha estado dispuesto a cargar con el muerto.

Las tarjetas de los consejeros, ha mantenido, eran para gastos de representación de la entidad y no parte del salario, ya que esta segunda opción no estaba permitida por las leyes ni por las normas de la caja, y así se lo hizo saber a los administradores. Su versión no deja de ser autoexculpatoria: "Yo era el secretario, yo no daba instrucciones a nadie, si acaso me las daban a mi". Pero pone a las claras las contradicciones en las versiones de los acusados. Lo paga: es el único de ellos al que nadie suele acercarse a charlar en los recesos del juicio.

OPACIDAD FISCAL

No han sido los únicos segundos que han puesto en evidencia a sus antiguos jefes. Los acusados han sostenido que pensaban que Caja Madrid incluía el gasto de sus tarjetas en el certificado de retenciones que les facilitaba para hacer la declaración de la renta. Pero José María Tello, director de la asesoría fiscal con Blesa, Rato y también con el actual presidente, José Ignacio Goirigolzarri, ha testificado que “nunca” se le pidió un informe sobre las 'black'. También ha defendido que en las inspecciones de Hacienda del 2003 y el 2006 no había ninguna información de la que se pudiera deducir la existencia de las tarjetas, negando así las insinuaciones de Blesa.

Paradójicamente, fue llamado como testigo por las defensas. Igual que Jesús Ángel Rodrigo, exjefe de la asesoría jurídica y exsecretario del consejo, quien también ha defendido que pensaba que "era una tarjeta para gastos". Y José Luis Sánchez Blázquez,exdirector de contabilidad y actual de intervención, que ha avalado el documento clave de gastos en que se basa la acusación. Lo mismo ha hecho su autor, Iñaki Azaola, director de auditoría interna y único de estos segundos llegado con Goirigolzarri. Y así, las pruebas van acorralando a los acusados.