La guerra comercial entre China y EEUU no es el único factor, pero sí el que tiene peores consecuencias en estos momentos para la economía mundial. Hay ganadores y perdedores y entre los primeros no figura Europa (y, por tanto, España). Las economías de la UE han comenzado ya a dar muestras de debilidad, como se pone de manifiesto en la evolución de la actividad de las primeras potencias europeas (por ejemplo, Alemania). Los tambores de recesión suenan ya en todo el mundo.

El pulso entre EEUU y China pasa factura. Las dos potencias son dependientes la una de la otra, y sus relaciones comerciales se cuentan en centenares de millones de euros. Su estrecha relación hace que cualquier arancel no solo salpique a Pekín y Washington, sino que todo el mundo se vea afectado.

Los efectos de las tensiones comerciales mundiales se notan en la evolución de los PIB -el de la eurozona creció la mitad en el segundo timestre- y también en los mercados. En las bolsas se ha evaporado las exiguas ganancias conseguidas en lo que llevamos de año. El Ibex 35 registra una balance negativo en el conjunto del año. El Eurostoxx apenas conserva una revalorización del 9%. Al tiempo la deuda soberana prácticamente se ha quedado sin rentabilidad en la medida en que se ha convertido en refugio para los fondos que han abandonado la renta variable. Aparecen algunos ganadores. El oro, a 1.363 euros por onza, se encuentra en el niveles más elevados desde el 2013. Y también hay claros perdedores: «El aumento de las tensiones comerciales ejercerá una mayor presión a la baja sobre la actividad mundial, con la probabilidad de que los planes de inversión se retrasen o cancelen y de que el comercio sufra», considera Keith Wade, economista jefe y responsable de estrategia de Schröder.

En el transfondo de los comentarios de los analistas se vislumbra un efecto nocivo sobre el crecimiento. «Mientras que los aranceles pueden conducir a ganadores puntuales y a una guerra comercial completa, el proteccionismo y una inversión de décadas de globalización perjudicarían a las economías en general, golpeando a los mercados emergentes con especial dureza. Así, los riesgos de recesión mundial están aumentando. En más de la mitad de los países el índice de gerentes de compras (PMI) se encuentran ahora en territorio de contracción», explica Stéphane Monier, director de Inversiones de Lombard Odier. «En Europa, las economías orientadas a la exportación (Italia y Alemania) se han visto muy afectadas por una demanda más débil», agrega.

Los bancos centrales de los mercados desarrollados tienen poco margen para actuar en una recesión, a menos que recurran a medidas poco convencionales. Los tipos bajos provocan el temor de que se produzca una nueva burbuja inmobiliaria en algunos mercados (por ejemplo, Dinamarca, pero sin olvidarse de España) y contribuyen al aumento de la deuda mundial, que se sitúa en un nivel récord del 320% del PIB.

En ese escenario, es razonable pensar que el Banco Central Europeo (BCE) baje tipos, reactive el programa de compra de deuda y reduzca el tipo de interés por debajo del 0% actual, «lo que penalizará aún más el tipo negativo de la facilidad de depósito, para situar la inflación en su nivel objetivo y evitar una apreciación del euro», afirma Joaquín Maudos, director adjunto del IVIE y catedrático de la Universidad de Valencia. «Si el euro se aprecia por la depreciación de otras divisas, eso abarata las importaciones, y presiona a la baja la inflación, que ya está por debajo del objetivo del 2%».