Para que quede claro que en el comité ejecutivo del Banco Central Europeo (BCE) no hay solo palomas o defensores de una politica monetaria más laxa, la representante alemana en este órgano, Sabine Lautenschläger, decidió, por sorpresa, dimitir el miércoles pasado, mucho antes de vencer su mandato. ¿Los motivos? No se especificaron en el comunicado oficial del ente que rige la política monetaria en la eurozona, pero su salida supone aflorar las tensiones internas.

En cualquier caso, es más que evidente que el último paquete de estímulos aprobado por la entidad ha dividido la institución. De hecho, en un gesto poco habitual hasta ahora, el gobernador del Banco de Holanda, Klaas Knot, tachaba públicamente a principios de semana de «desproporcionado» el plan del eurobanco que, para su colega del Bundesbank, Jens Weidmann --aspirante a suceder a Mario Draghi en la presidencia hasta ser desbancado por la exdirectora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde--, ha superado «todos los límites».

La inesperada dimisión de Lautenschläger, confirma el monumental enfado de los halcones que están dispuestos a hacer mucho ruido ante las políticas desarrolladas bajo el paraguas de Draghi. Además quieren marcar territorio antes del relevo en la presidencia el próximo 1 de noviembre. Lagarde ya aseguró que seguirá con la política de su antecesor en el cargo.

La de Lautenschläger es la cuarta dimisión de un representante alemán desde que estallara la mayor crisis económica de las últimas décadas. El primero en salir fue en el 2011 el expresidente del Bundesbank y miembro del consejo de gobierno, Axel Weber, por razones similares. Meses después se despedía el economista jefe de la institución, Juergen Stark, y dos años después lo hacía Joerg Asmussen para engrosar las filas del Gobierno de Angela Merkel.

Lautenschläger, que llegó a la institución en el 2014 y no debía terminar mandato hasta el 2022, abandonará su puesto el próximo 31 de octubre, un día antes de que aterrice la nueva presidenta. «Si la renuncia de Lautenschläger ha sido realmente impulsada por su oposición a la última decisión del BCE de reducir aun más los tipos y reiniciar el programa de compras, empeorará la división entre halcones y palomas», advertía esta semana el economista jefe del ING Alemania, Carsten Brzeski.

Alemania y Holanda no han sido los únicos países que han cambiado de táctica y empezado a airear públicamente las desavenencias existentes en el seno del BCE por su política de compras y de bajos tipos de interés.

UN TERCIO EN CONTRA / Los gobernadores de los bancos centrales de Austria, Estonia e incluso Francia, habitualmente aliado de los que defienden una política monetaria menos restrictiva, han sido igual de elocuentes. «No era favorable a retomar las compras netas de activos porque creo que las compras adicionales no son necesarias actualmente», explicaba esta semana el presidente del Banco de Francia, Villeroy de Galhau.

Durante la última reunión del consejo de gobierno, un tercio de los 25 miembros mostró su oposición a retomar el programa de compras por valor de 20.000 millones de euros al mes. Un bloque que, pese a su fortaleza, ha sido incapaz de plantar cara a Draghi. Pero los halcones retoman el vuelo y protestan en público y marcan terreno como aviso a Lagarde.

Lo cierto es que los más duros pierden con Lautenschläger a un peso pesado favorable. La clave será si Berlín opta por sustituirla por un perfil más conciliador, algo que, en cualquier caso, dudan los analistas.

«La política monetaria es algo que afecta a la gente y que se percibe de forma diferente en Grecia y Portugal o en Alemania y Holanda», indicaba esta semana la cancillera Angela Merkel. ¿Significará eso un cambio? Pronto se verá.