La guerra comercial empuja a la economía china a la quiebra, según Washington. Miles de empresas se están marchando por las tarifas estadounidenses y Pekín está desesperada por firmar cualquier acuerdo, ha aclarado Donald Trump desde Twitter. “Se está derrumbando”, ha corroborado su asesor económico, Larry Kudlow. Se apoyan ambos en que la expansión del PIB chino del 6,2 % en el segundo trimestre es la más baja desde que empezaron los registros 29 años atrás. Los expertos, sin embargo, desmienten el drama: la economía china afronta problemas serios pero ni el cuadro es catastrófico ni la guerra comercial es un factor capital.

La apertura de Deng Xiaoping y la entrada en la OMC en 2001 permitieron un crecimiento económico de dos dígitos que alcanzó su cénit en el 14,2 % de 2007. Pero el modelo de fábrica global que inundó el mundo de exportaciones baratas flaqueó por la caída de la demanda y la subida de los salarios y el Gobierno viró hacia el autoconsumo y la tecnología. Un modelo más racional, maduro y respetuoso con el medioambiente, que enfatiza la calidad sobre la cantidad y asume expansiones más humildes. Este periodo que China define como “la nueva normalidad” encadena mínimos históricos que preocupan más al mundo que a Pekín. Es previsible que China cumpla su objetivo anual, cifrado entre el 6 y el 6,5 %.

La economía no se está derrumbando, certifica Andrew Wedeman, director de Estudios Chinos de la State University de Georgia. “El crecimiento se ha recortado y la guerra comercial ha contribuido, pero es una ralentización lógica. Si no tienes fábricas y añades una, tu capacidad industrial registrará un aumento infinito. Pero si tienes cien y añades una, sólo aumentará un 1 %. Es natural que, cuando la economía china es más grande, los crecimientos se reduzcan”, señala por email.

El tránsito de un modelo a otro no es tan armonioso ni veloz como desea Pekín. La misión es homérica: darle la vuelta a la segunda economía del mundo con 1.400 millones de habitantes involucrados. Las turbulencias globales, resumidas en la guerra comercial y tecnológica declarada por Trump, han terminado por desajustar una economía que siempre había bailado al son de Pekín. El anunciado adelgazamiento del elefantiásico sector público, imprescindible para mejorar la eficiencia, ha sido retrasado porque el país no puede permitirse ahora un aumento del paro. La guerra contra la contaminación ya ha costado millones de puestos de trabajo en industrias pesadas como el acero o el cemento y ningún escenario inquieta más a Pekín que la inestabilidad social.

CONSUMO

El débil autoconsumo y la deuda desvelan al gobierno chino más que los embates de Trump. Los chinos intuyen que los días de vino y rosas han quedado atrás y recupera su milenaria pulsión ahorradora. El crecimiento de las ventas al por menor se redujo seis décimas durante el primer semestre, gigantes como Alibaba o Baidu han visto sus beneficios recortados y el sector de automóviles, fiel termómetro de la confianza social, pasa por tiempos ásperos. Ford, por ejemplo, vendió un 22 % de vehículos menos en el segundo trimestre.

Los sucesivos paquetes de estímulo permitieron que China vadeara las crisis globales pero alimentaron una deuda que alcanza ya los 40 billones de dólares. Equivale al 300 % de su PIB y al 15 % de la deuda global, según el Instituto de Finanzas de Washington. Ese cuadro, al que algunos expertos otorgan un potencial devastador, explican los recortes del flujo crediticio y los crecientes problemas de financiación del sector privado.

El grueso de la ralentización obedece a las restricciones financieras. En el último año, las nubes de la guerra comercial han aumentado el efecto ya que ha dañado los negocios y la confianza y también ha reducido el acceso al mercado estadounidense y a otras formas de colaboración empresarial”, opina Scott Kennedy, sinólogo del Centro de Estudios Internacionales Estratégicos.

La guerra comercial limará un 0,5 % del PIB chino y un 0,3 % del estadounidense en el peor escenario que anticipan los expertos. La primera crece al doble que la segunda, por lo que ese recorte supone un impacto por debajo del 10 % para Pekín y por encima para Washington. China seguirá contribuyendo en cualquier caso a más del 30 % del crecimiento económico global.

“Incluso con una ralentización hasta el 6 %, la economía china crecerá mucho más rápido que la estadounidense”, recuerda Wedeman. “Con la prohibición de comprar productos agrícolas estadounidenses anunciada por Pekín, parece que si algo tiene que derrumbarse será este sector antes que las exportaciones chinas”, añade.