El 2020, más de 10 años después de la peor crisis desde la Gran Depresión en 1929, comenzó con las dudas sobre la desaceleración de la economía. Nadie esperaba, en todo caso, una nueva debacle. Pero el coronavirus y la emergencia sanitaria, tras dos meses de estado de alarma, nos encaminan hoy hacia una recesión, probablemente la peor o de las peores de la historia. Y con sectores clave como el turismo, que aporta en torno al 15% de la riqueza que genera el país y que tras la crisis del 2008 fue uno de los motores de la recuperación, totalmente paralizados e incertidumbres sobre el futuro.

El parón generalizado ha congelado también los precios, aunque no todos. La inflación registró en abril una caída de la tasa interanual del 0,7%, su primer descenso desde agosto del 2016 debida al abaratamiento de los carburantes y combustibles y de la electricidad y el gasóleo para calefacción, según el INE. En todo caso, el efecto del confinamiento de la población ha influido en la captación de datos y el 30% de los precios han tenido que ser estimados. Pero lo cierto es que el precio de los alimentos y otros bienes básicos no afectados por la paralización de la actividad general, han subido.

Destacan las legumbres y las hortalizas frescas, con un alza del 10,4% respecto a marzo; el marisco fresco (+3,5%), el pescado fresco (+2,7%) y también las patatas (+2,6%).

DERRUMBE / Y mientras, la economía, una máquina de más de 1,2 billones de euros, registró un descenso del 5,2% en el primer trimestre con respecto al último del pasado año 2019, cuando el alza entonces fue del 0,4%, un derrumbe sin precedentes. En tasa anual, se pasó del 1,8% de crecimiento en el periodo octubre-diciembre a una caída del 4,1%.

Y esas cifras solo incluyen los primeros 15 días de confinamiento. Lo peor aún está por llegar después de seis años de crecimiento sostenido de la economía. El propio Gobierno admite, en la actualización del programa de estabilidad remitido a Bruselas, que se producirá un desplome del PIB este año del 9,2% y que no se recuperarán los niveles anteriores a esta crisis al menos hasta dentro de dos años. Es un retroceso súbito, generalizado y abrupto sin precedentes equivalente a todo lo que se desplomó la economía entre el 2008 el 2014 o que incluso lo puede superar.

CRÉDITO / Cada vez hay menos dudas en cuanto a la intensidad del derrumbe. Las incógnitas se centran en su duración. El profesor emérito de Economía del IESE Antonio Argandoña advierte de que la salida del túnel puede ser larga. «Las familias no tendrán mucha disposición a gastar, las empresas endeudadas guardarán recursos y eso retrasa la recuperación. Es posible que sean más de los dos años que prevé el Gobierno», avisa. Y la solución, hasta ahora, ha sido «crédito y no subvenciones directas», lo que supone endeudamiento.