Desde que asumiera las riendas del Banco Central Europeo (BCE), el pasado 1 de noviembre, la francesa Christine Lagarde se afana en aprender, además del alemán, el lenguaje y la jerga de la nueva institución que preside. «Tengan paciencia conmigo y no sobreinterpreten», pidió ayer a la comisión de asuntos económicos de la Eurocámara durante su primer diálogo macroeconómico. Un encuentro en el que confirmó que mantendrá los estímulos necesarios para la economía y que la revisión de la política estratégica del BCE arrancará «en un futuro próximo» y en el que alertó de que el crecimiento de la eurozona sigue siendo «débil».

Se trata de un crecimiento de apenas el 0,2% del PIB en el tercer trimestre del año, debido a «factores globales» que hacen que la perspectiva de la economía mundial sea débil e incierta. «Esto reduce la demanda de bienes y servicios y también afecta a confianza de las empresas y a la inversión», explicó apuntando a las repercusiones para la industria manufacturera, la que más ha sufrido el impacto. No obstante, los expertos del BCE también ven «señales de contagio» a otras partes de la economía y, más concretamente, una cierta moderación del sector servicios.

CONFIAR Y GASTAR / Esta evolución no ha impedido que el consumo haya resistido «bastante bien» y que «las condiciones del mercado de trabajo hayan seguido mejorando» lo que ha animado a los consumidores a mantener la confianza y seguir gastando. Sin embargo, la «prolongada ralentización de la actividad económica» ha afectado a la evolución de los precios y la inflación se mantuvo en noviembre en el 1%, muy lejos del objetivo del 2% que no sabe cuándo se podrá cumplir. «No creo que nadie cabal pueda prever una cifra de crecimiento de la inflación de aquí a 8 años vista», respondió al eurodiputado socialista Jonás Fernández.

Al hilo de esto, Lagarde recordó que el consejo de gobierno adoptó una batería de medidas en septiembre para garantizar que las condiciones financieras seguirán siendo estables en la eurozona y mostró su disposición a adoptar nuevas medidas si hace falta. «Tenemos instrumentos y estamos determinados a utilizarlos. Nuestro mandato es la estabilidad de precios y haremos hacer lo que debemos hacer», aseguró precisando que también se mantendrán «vigilantes» ante los posibles efectos secundarios de esta política.

Lagarde también aprovechó esta primera visita a la comisión de asuntos económicos para confirmar lo que ya avanzó en Fráncfort: una revisión de la estrategia monetaria de la entidad, como la que tiene en marcha la Reserva Federal de EEUU, aunque sin precisar ni el alcance, ni la dirección ni el calendario. «Es prematuro aventurarse porque todavía no se ha discutido en el consejo de gobierno» pero «lo que puedo asegurar es que se basará en dos principios: un análisis en profundidad y una mentalidad abierta».

Lagarde, partidaria de incluir en el debate los riesgos derivados del cambio climático, recordó que la crisis financiera y de deuda soberana alteró el escenario macroeconómico mundial y que ahora hay nuevos desafíos.