El ministro de Energía, Turismo y Agenda Digital, Álvaro Nadal, reitera que las decisiones empresariales «tienen que ser compatibles» con las de política energética del país y recuerda que esta última la deben decidir los Gobiernos y los parlamentos, «no las empresas» porque «es estratégico para el país».

Así lo defiende en una entrevista en el diario El País publicada ayer, en la que se ha referido a la intención de Iberdrola de cerrar sus centrales de carbón en Asturias y Palencia. La clausura es también la opción por la que se decanta Endesa para sus centrales de carbón nacional de Andorra (Teruel) y Compostilla (León) si no cambian las actuales condiciones regulatorias y de mercado.

Tras relatar que tuvo una conversación con el presidente de Iberdrola, José Ignacio Galán, poco antes del anuncio en la que no le habló de esas intenciones de cierre, sino que se enteró cuando se presentó la solicitud, el ministro considera que una empresa no debería cerrar centrales rentables, salvo que esté esperando obtener ventajas.

Nadal recalca en la entrevista que hay que preguntarse «la razón del cierre», si se basa en criterios de rentabilidad o en imagen de marca, y recuerda que la norma deja la posibilidad de que venda las plantas. «En caso de que no la quiera comprar nadie es que no es rentable. Entonces, tenemos dos situaciones: una, que no es de interés y se regula cómo se cierra, y dos, si sigue siendo de interés porque evita apagones o es medioambientalmente importantísima, entonces habrá que compensar los costes para que siga funcionando», añade.

Real decreto / El ministro asegura asimismo que el real decreto que endurece las condiciones de cierre de centrales de carbón «no es una reacción al anuncio de Iberdrola» y explica que el Gobierno lo ha aprobado tras fracasar las conversaciones con varios grupos políticos.

Nadal hace hincapié también en que España necesita todas las fuentes de energía y, en concreto, a las centrales de carbón porque contribuyen a abaratar el precio de la electricidad. En este sentido, afirma que si se eliminan las centrales nucleares en la base, sube el precio un 25%, y si se suprimen las de carbón en las puntas (cuando hay más demanda) aumenta un 15%.